[Tri sestry]. Drama en tres actos de Antón Chejov (Antón Pavlovic Čechov, 1860-1904), estrenado en 1901. De las obras de Chejov es la que mejor describe la inmensa tristeza, que oprimía la Rusia de fin de siglo, deseosa de nuevas reformas, pero incapaz de realizarlas.
Tres hermanas, Olga, Masa e Irina, recuerdan, en la pequeña ciudad de provincias donde fueron a parar, su casa de Moscú y viven con el deseo de volver a ella. Llega un regimiento, y las tres hermanas traban afectuosas relaciones con los oficiales. Al cabo de cierto tiempo parten las tropas, y ellas siguen, tras un momento de trágica desesperación, viviendo su mísera vida. En este oprimido dolor Chejov. quiere mostrar el profundo malestar de toda Rusia, vacilante entre la resignación y el presentimiento de una próxima tempestad. Algunas frases de sus personajes dan a este drama la importancia de un documento histórico: «Ha llegado el tiempo en que va avanzando hacia nosotros algo formidable; se está preparando una fuerte y sana tormenta… que borrará de nuestra sociedad la pereza, la indiferencia, la prevención contra el trabajo y el podrido aburrimiento… Trabajaré, y dentro de treinta años todos trabajarán, ¡todos!» dice Tuzenbach, el oficial que ama a Irina, la más joven de las tres hermanas, y que muere en un duelo absurdo.
El comandante Versinin, al que ama Masa, sueña: «Dentro de doscientos o trescientos años la vida será agradable y bella… el hombre ha de prepararse para ella; por esto ha de ver y saber más de lo que supieron y vieron sus padres y sus abuelos… y para crear esta nueva vida, estamos sufriendo y viviendo…; ¡ay! ¡si pudiéramos enseñar el amor al trabajo!…» El trabajo, para Chejov, es el gran secreto; expiar, con un trabajo infatigable, los siglos de ignorancia, injusticia y miseria que oprimieron al pueblo ruso, creando un enorme abismo entre teoría y realidad. Este trabajo reunirá a los hombres en la creación de una nueva época de paz y laboriosidad, en que todos los esfuerzos se unirán para alcanzar grandes metas. «A pesar de que… al fin y al cabo… todo es igual», comenta el anciano doctor Čebutichin, que pasa el tiempo cantando una insulsa cancioncilla; así entre sueños inmensos y la apagada cancioncilla de la indiferencia y del aburrimiento diario, entre las grandiosas teorías y la mezquina realidad, andan camino de lo desconocido los personajes de Chejov.
G. Kraisky
Chejov, como artista, no se puede comparar con los anteriores escritores rusos, con Turguenev, Dostoievski y conmigo mismo. Chejov tiene una forma propia, como los impresionistas. Uno mira y tiene la impresión de que el artista pone sus colores sin cogerlos, tal como le van a parar a las manos y como si sus pinceladas no tuvieran ninguna relación entre ellas. Pero si uno se aleja un poco y lo mira mejor, recibe una impresión extraordinaria, la de encontrarse frente a un cuadro claro e indiscutible. (Tolstoi)