Tiempos Difíciles, Charles Dickens

[Hard Times]. No­vela de Charles Dickens (1812-1870), publi­cada en 1854, sugerida por las observaciones que Dickens había venido haciendo acerca de las condiciones industriales de Manches- ter y Preston, la vida de los obreros y las relaciones de éstos con los que les daban trabajo.

Una personificación del industrial explotador es Thomas Gradgrind, ciuda­dano de Coketown, centro industrial, «hom­bre eminentemente práctico» y que sólo cree en los hechos y en las estadísticas, y educa en consecuencia a sus hijos: Luisa (Louisa) y el joven Tomás (Tom), repri­miendo despiadadamente las tendencias ima­ginativas e idealistas de su naturaleza. Casa a Luisa con un fabricante avaro e impos­tor, Josiah Bounderby, que tiene treinta años más que ella, violenta caricatura tam­bién de un tipo de la civilización industrial definido por Ruskin como «un monstruo dramático», más que como ejemplo carac­terístico de «amo» (con juego de palabras entre «monster», monstruo, y «master», amo). Luisa consiente en parte por el ci­nismo y la indiferencia que le ha infundido la educación paterna y en parte para acudir en ayuda de su hermano, única persona a quien ama, y que es empleado de Boun­derby.

James Harthouse, joven político sin corazón y sin principios, viene a Coketown y se aprovecha de la desgraciada vida de Luisa con Bounderby para intentar sedu­cirla. Aquella mujer, al despertar en ella con la experiencia la parte mejor de su alma, huye a casa de su padre para que éste la proteja, y entonces el padre advierte la locura de su sistema. Tom, mientras tanto, comete un robo en la banca principal, y aunque consigue durante algún tiempo que recaigan las sospechas sobre un inocente artesano, Stephen Blackpool, es descubierto al fin y enviado a toda prisa al extran­jero. Esta novela muestra la influencia de Carlyle en el pensamiento y en el estilo, y pertenece, como observó Ruskin, a la literatura polémica contra el industrialismo. G. K. Chesterton ha dicho de esta novela: «Es la única vez quizás en que Dickens, al defender la felicidad, se olvida de ser feliz»; la tesis social no permitía novelar divaga­ciones. [Trad. de Luis García de Luna (Bar­celona, 1906), de J. Camino Nessi (Madrid, 1921) y dé Manuel Vallvé (Barcelona, 1928)].

M. Praz

Un par de pasajes de exquisita emoción; todo lo demás socialismo de mal humor. (Macaulay)

Aquí, más que en ninguna otra obra de Dickens, la rudeza emerge separada de su habitual carácter bonachón; aquí evidente­mente, por decirlo así, los huesos sobresalen puntiagudos. (Chesterton)