Novela — publicada en 1936 — del escritor francés François Mauriac (n. en 1885), galardonado con el Premio Nobel de Literatura 1952.
Thérèse ha intentado envenenar a su esposo Bernard. Gracias a una declaración favorable de su marido, que a toda costa quiere salvar el honor del apellido, Thérèse es absuelta por el tribunal. Durante el viaje a Argelouse tiene la esperanza de confiarse a Bernard, y prepara su confesión. Pero la sola presencia de su esposo reduce a la nada su propósito. Bernard le dicta sus condiciones: de ahora en adelante vivirá en clausura bajo la vigilancia de los colonos de la finca, guardando — eso sí — todas las fórmulas sociales necesarias para demostrar públicamente la unión del matrimonio. Thérèse acepta. Un día aparece ante la familia reunida, y produce tal impresión que Bernard la deja marchar. Thérèse irá a vivir a París, y él le mandará el producto de sus pinares. Mauriac no ha inventado una nueva manera de escribir novelas. Se coloca en la tradición de la «novela psicológica». En el veredicto de la Real Academia de Suecia puede leerse la razón por la que se le premió: «Por el análisis profundo del alma y la intensidad artística con que ha interpretado, en forma de novela, la trama de la vida humana».
El mundo de las novelas de Mauriac es un mundo geográfica y socialmente limitado. Los seres que lo habitan son burgueses del Sudoeste. Es un mundo cerrado sobre el recuerdo de la infancia y la adolescencia en las que ya el mal ha echado raíces. Thérèse se nos aparece después de cometer un crimen — frustrado —. Ha intentado liberarse de la constante presencia de su esposo, autoritario y sanguíneo. Su propósito resulta fallido, y Thérèse vuelve al «espantoso silencio de Argelouse», en el fondo de las Landas. En realidad Thérèse no ha amado nunca a nadie. Antes de su matrimonio con Bernard era una criatura llena ya de pasiones. Su temperamento secreto, inteligente y nervioso, gozaba del mal que causaba y del que acaecía a sus amigas. En la época de su noviazgo estaba ansiosa de situarse.
Y en efecto se incrustó en un bloque familiar. Pero ya en el sofocante día de la boda Thérèse sintió despertar en su interior a la verdadera Thérèse. «Fue horrible…» piensa. Luego, días y más días encerrada en aquella cárcel. Mauriac analiza profundamente a esta’ criminal dolorida y fracasada. Se trata de un personaje que vive sumido en una noche cerrada, porque Mauriac conoce la historia de los corazones ocultos y mezclados a un cuerpo de barro. Thérèse se encuentra dentro de un mundo sombrío y estanco en el que la podredumbre está tapada. Su esposo no ha sentido nunca cariño por su hijita. ¿Cómo llegó Thérèse a aumentar la dosis de arsénico que habían prescrito a su marido? Fue una horrible tentación de curiosidad. Pronto fue presa del crimen. El mal se convirtió en padecimiento, en pasión. Thérèse cree que su esposo podrá comprenderla, pero la ilusión dura poco. Y Thérèse languidece consumida por el dolor, impotente por sí sola de salvarse de su condena. Y concluye Mauriac: «En esta acera donde yo te abandono tengo al menos la esperanza de que no estás sola».
Mauriac la hace reaparecer en un episodio de Lo que estaba perdido [Ce qui était perdu], y le ha consagrado otra novela, El final de la noche [La fin de la nuit]. Thérèse, enferma, vuelve a Argelouse a aguardar «el final de la vida, el final de la noche». Mauriac anuncia otra novela en la que Thérèse morirá perdonada, visitada por la gracia. [Trad. española de Fernando Gutiérrez (Barcelona, 1952)].
J. M.a Pandolfi