Tesoro de Óptica, Al Hazen

[Opticae thesaurus]. Tratado de óptica de Al Hazen (Ibn al- Haitham, hacia 965-1058), publicado en Basilea en 1572.

Aunque el autor vivió en el siglo XI, la obra se divulgó muchos años más tarde, ya debido a que Al Hazen vivió en Arabia y escribió en árabe, ya porque el mundo occidental se hallaba en aquella épo­ca culturalmente muy deprimido. En el si­glo XIII Vitelión, monje probablemente de origen polaco, de quien sólo se .sabe que en 1271 estaba en Viterbo, divulgó en Occi­dente la mayor parte de ideas contenidas en los escritos de Al Hazen, sin citar la fuente. La obra de Vitelión sólo fue impresa mucho más tarde, en 1533; y sólo en 1572 se editó en Basilea el volumen de Al Hazen, traducido al latín por Federico Risner y gra­cias al interés de Pietro Ramo [Opticae thesaurus lib. XII, ejusdem liber de crepusculis, et nubium ascensionibus; item Vitellionis lib. X, omnes instauratis figuris illustrati et aucti: adjectis etiam in Alhazemum commentaris, etc.].

El traductor declara haber utili­zado dos copias del texto árabe y no haber modificado nada, excepto el orden, que en el original era muy confuso. Así se le debe la distribución en libros, la subdivisión en ca­pítulos y la inserción, después de la obra de Al Hazen, de los diez libros de Vitelión, con referencias para demostrar que el con­tenido de éstos era sustancialmente el de la obra precedente. El conjunto es un grueso volumen infolio. De sus siete libros, los tres primeros tratan de la visión directa, de la de los objetos, así como de las ilusiones ópticas. Los tres sucesivos tratan de la visión por reflexión y de los espejos planos, esfé­ricos, cilindricos y cónicos. El séptimo capí­tulo trata de la visión por refracción. El contenido es del máximo interés.

Durante los quince siglos precedentes, en que nos consta que la filosofía se había dedicado a los problemas de la naturaleza de la luz y del mecanismo de la visión, se habían for­mado dos corrientes predominantes: una, seguida por los pitagóricos y los matemáticos, quería que la luz saliera del ojo para ir a investigar el mundo externo (como el bastón del ciego), y la otra, seguida por los partida­rios de Demócrito y los materialistas, quería que la luz emergiese de los objetos externos hacia el ojo. La segunda corriente estaba en minoría, porque no había sabido resolver el problema fundamental: de hecho la luz no podía entenderse como un flujo informe de un fluido, sino que había de conservar du­rante todo su recorrido una estructura orde­nada, de modo que llevase al ojo (a través de su minúscula pupila) elementos capaces de definir la forma, los colores y la posi­ción del objeto observado.

Los seguidores de Demócrito habían llegado a la hipótesis famosa según la cual de todo cuerpo habían de emanar una especie de «cortezas» sutilí­simas, impalpables, dotadas de un movi­miento rapidísimo en el espacio, en todas direcciones, manteniéndose siempre iguales a sí mismas y no estorbadas por las demás cortezas emitidas por otros objetos; éstas, al penetrar en el ojo, eran vistas. Las excesivas objeciones que podían formularse contra esta concepción, habían hecho que durante largo tiempo se prefiriese la teoría inversa. En esta obra de Al Hazen se encuentra la solución del enigma secular: la solución que, si bien habían de pasar algunos siglos, había de desembocar en la estructura de la óptica física moderna. Empieza advirtiendo que un ojo «sufre» cuando es herido por una luz fortísima, solar o artificial, directa o refleja; y cuando un ojo ha mirado un objeto muy luminoso, continúa viéndolo in­cluso con los párpados cerrados, durante un tiempo tanto más largo cuanto más fuerte es la luz. Con una serie de observaciones de este tipo y de experiencias organizadas admirablemente, destruye la idea de la luz emitida por el ojo y demuestra que algo penetra en él cuando ve.

Se enfrenta luego con el problema de la visión de las formas y los colores y lo resuelve valiéndose de los estudios que, hacía casi un milenio, Galeno había hecho sobre la estructura anatómica del ojo. Recurriendo a los rayos luminosos, hace corresponder a cada punto de los cuer­pos observados un punto impresionado en el interior del ojo, por medio de un rayo que, partiendo del punto externo, entra en la pupila. Para lograr formular el mecanismo de la visión tal como se entiende hoy, le faltó a Al Hazen un paso; al enfrentarse con el resultado de que en su mecanismo, si lo hubiese llevado hasta la retina, las sucesio­nes de puntos impresionados hubieran resul­tado invertidas respecto al orden externo, no supo superar el prejuicio que ello cons­tituía una dificultad y admitió que la super­ficie sensible era la anterior al cristalino, porque en ella, según su construcción, la in­versión no tenía lugar. Sólo cinco siglos más tarde este prejuicio sería superado por Kepler, y las ideas, de Al Hazen triunfarían y conquistarían definitivamente su lugar en la ciencia.

Esta obra es una mina de noticias importantísimas desde el punto de vista his­tórico y filosófico. En ella se encuentra des­crita la experiencia de la cámara oscura (para ser completa sólo le falta la observa­ción explícita de que las imágenes están ca­beza abajo, observación hecha más tarde por Leonardo). Se encuentra el primer esbozo de teoría corpuscular de la luz, cuyas refle­xiones y refracciones se explican con com­paraciones de proyectiles. Se encuentra un estudio cuidado y bien entendido de los caracteres psicológicos de la visión. Por las ideas geniales contenidas en esta obra e in­cluso por el método de investigación expe­rimental aplicado, puede considerarse a Al Hazen como un gran precursor de los tiem­pos modernos.

V. Ronchi