Teorías del Simbolismo y de Gauguin Hacia un Nuevo Orden Clásico, Mauice Denis

[Théories. Du symbolisme et de Gauguin vers un nouvel ordre classique]. Obra del pintor Mauice Denis (1870-1943), publicada en 1912.

No solamente se encuentra aquí el testimonio de las luchas y de los sueños de los jóvenes pintores de finales del siglo XIX, notables estudios técnicos (el «Sol»), páginas de crí­tica penetrante sobre los discípulos de Ingres, sobre Gauguin, sobre Cézanne: el subtítulo tan significativo que Denis dio a su libro indica claramente el carácter origi­nal de su obra de doctrinario. Se puede seguir su influencia, que marcha en dos di­recciones, aparentemente muy divergentes, en una de las cuales Maurice Denis cons­tituye una aportación decisiva para el des­arrollo del arte abstracto. Consuma aquella ruptura radical del pintor con el tema, que había perseguido, a menudo sin saberlo, toda la pintura del siglo XIX: antes de ser tema, caballo de batalla, mujer desnuda, etc., dice Maurice Denis, un cuadro «es esencialmente una superficie plana recubierta de colores reunidos con un cierto orden».

Los «fauves», luego los cubistas, recordaron esta frase, desde entonces célebre, y la celebraron en más de una ocasión. Esta definición consa­graba la autonomía de la pintura, que se re­conoció en el futuro como un universo apar­te, pudiendo inclusive chocar con la misma naturaleza. En efecto, según Maurice Denis, la verdadera emoción estética no proviene en modo alguno del asunto tratado: es preciso que las líneas y los colores se basten a sí mismos, arrancando de ellos su propia ex­plicación, «solamente como bellos y divinos en su belleza». A su vuelta de Italia, en 1898, Denis se afirma, sin embargo, como un clásico; el clasicismo no tiende, en efecto, a tal o cual fidelidad respecto a la realidad: lo que hace al clásico es un es­fuerzo consciente hacia la belleza, pues «una obra de arte no tiene importancia más que en cuanto es el efecto de una voluntad reflexiva»; es ésta una conquista de la ar­monía que no olvida nada de aquello que es humano: el artista llega allí «con toda su ciencia, toda su razón, toda la pasión de su voluntad ambiciosa».

También Maurice Denis sostiene vigorosamente la importancia del «oficio»: la experiencia prueba que el anarquismo exacerbado de los que preten­den pasarse sin él, se paga muy pronto con la desaparición de la frescura de la emoción individual. El clasicismo de Maurice Denis es, por otra parte, esencialmente religioso: el arte, a sus ojos, constituye una especie de trasposición sagrada, «santificación de la naturaleza», «redención de la forma huma­na». Estaba, pues, perfectamente justificado que por esta obra a la vez revolucionaria y, en el mejor sentido del término, tradicio­nal, Maurice Denis apareciera como uno de los más seguros y preparados doctrinarios de su tiempo.