[Sonetti]. Los sonetos de Ugo Foscolo (1778-1827) se dividen en dos grupos: los ocho publicados en 1802 (aunque compuestos entre 1798 y 1801) y los cuatro publicados el año siguiente. En los primeros la materia y los acentos son los mismos que en las últimas cartas de Jacobo Ortis (v.); los reproches contra los italianos esclavizados, que hasta se olvidaron de sus glorias literarias, la desesperación del exilado sin patria y del enamorado infeliz, los breves éxtasis amorosos, el sentimiento trágico de una vida fracasada, la idea del suicidio, los viriles propósitos de hacer obras dignas: el espíritu de la breve serie está compendiado en el soneto-retrato, en el que, acordándose de Alfieri, el joven poeta se presenta como «rico en vicios y virtudes», en lucha consigo mismo y su siglo, consciente de que sólo la muerte le proporcionará «fama y descanso». El más bello es sin duda el soneto a Florencia, en el que Foscolo canta un querido recuerdo, la aparición de la jovencita amada (Isabella Roncioni), en el marco severo de la ciudad sagrada para la historia y la poesía. Una muy distinta profundidad de acentos y amplitud de visión encontramos en los cuatro sonetos más maduros : el dedicado a la Musa, invocación apasionada a la poesía que deleitó la mocedad del poeta y ahora parece abandonarle, y los que suelen titularse «A Zacinto», «A la muerte del hermano Giovanni», «Al atardecer».
Estos últimos representan momentos de reflexión, en los que el poeta se levanta sobre su propio dolor y se dirige a seres separados de él, que viven una vida más digna o más humana: Zacinto, su isla (Zante), envuelta en la luz perenne del mito y de la poesía, ahora ya lejos de él para siempre; su madre, que en su santo dolor aguarda junto a la tumba del hijo Giovanni, suicida, el regreso de Ugo, errante «de país en país» y que acaso sólo le tendrá muerto, también él arrollado por aquellas tempestades que llevaron a su hermano a un trágico fin; el atardecer, que separa al poeta de sí mismo, de su propio tiempo, de todas las pasiones presentes, invitándole a contemplar la perenne vicisitud de la vida y de la muerte, e infundiendo también en él su propia paz. Con estos sonetos el dolor violento, que en los primeros arrancaba al poeta acentos de rebelión y desaliento, se aplaca en la contemplación de un destino virilmente aceptado; desaparecen las disonancias de aquellos sonetos, en los que no estaban bien fundidos los diversos elementos y fuentes de inspiración — Alfieri, Petrarca, los elegiacos latinos—; y los amplios períodos sintácticos, que superan los límites estróficos y se extienden de las cuartetas a los tercetos (Foscolo estudió con provecho las rimas de Della Casa), dan forma adecuada a la nueva y compleja poesía, en la que coexisten dolor y consuelo, la tragedia del desterrado y la belleza, santidad y grandeza del universo.
M. Fubini
Aquí hay una forma condensada y recogida con cierto estudio de fuerza y profundidad, con armonía severa, penetrada por un pensamiento apenado. (De Sanctis)
Fue poeta, purísimo poeta, autor de pocos versos, pero perfectos y eternos. (B. Croce)
El soneto Al atardecer es uno de los más insignes logros de la lírica italiana, y no se puede comparar con ningún otro de los pocos y bien construidos sonetos de Foscolo. (F. Flora)