De las muchas composiciones del género escritas por Giovan Battista Sammartini (1704 aprox.- 1774), cuyas primeras recopilaciones aparecieron en París y en Londres entre 1740 (aprox.) y 1744, sólo se ha conservado un número limitado. Según Torrefranca, el erudito que con mayor celo trató de dar a la luz la obra de Sammartini, se han encontrado, por ahora, al menos unas cincuenta; pero incluso éstas están en su mayoría inéditas (con excepción de una Sinfonía en «do mayor» publicada en Milán en 1936 a cargo de Torrefranca y de Roberto Lupi, y ejemplos sueltos incluidos en la «Estética della música» de Amintore Galli y en los ensayos del mismo Torrefranca). La instrumentación de las Sinfonías de Sammartini está formada por el cuarteto de cuerda con un grupo variable de instrumentos de viento (a lo más, dos oboes, dos trompas y alguna vez flautas).
Es cierto que tal conjunto a menudo era aún reducido (por lo cual encontramos algunas veces la indicación «a cuatro voces»); pero ello no representa que haya que considerar a los instrumentos de viento como sencillo relleno, pues tienen, con frecuencia, una notable función colorística. Se ha advertido también como cosa notable que en el cuarteto de cuerda la viola ya no va, como en la tradición sinfónica anterior, al unísono con el bajo, sino que empieza a moverse con independencia (sobre lo cual, sin embargo, no puede olvidarse que ya en las obras sinfónicas y sinfonicovocales de J. S. Bach todos los instrumentos del cuarteto de arco tienen, en general, una parte perfectamente individualizada en el conjunto polifónico). Además, en ciertos momentos, un determinado instrumento desarrolla fragmentos «a solo» o poco menos, por lo cual estas composiciones pueden asociarse al género de las llamadas «sinfonías concertantes» típicas del gusto del siglo XVIII. En cuanto a su esquema formal, las Sinfonías sammartinianas constan, en general, de tres tiempos, con la sucesión — que luego se hizo fundamental — «Allegro – Adagio – Allegro», donde el último «Allegro» es a menudo un tiempo de «Minuetto», lo cual ha hecho pensar que quizá se haya perdido un cuarto tiempo; hipótesis innecesaria, empero. En el primer «Allegro» es ya claramente visible la forma tripartita: exposición, desarrollo, reexposición, y en la exposición, si bien no puede hablarse todavía de duotematismo en el sentido de la sinfonía de la época áurea, hay, sin embargo, después del primer tema, una inflexión a la tonalidad de «dominante» que forma nuevos dibujos alegres, y alguna vez incluso una melodía bien destacada. Después del desarrollo (que no tiene carácter de elaboración temático, sino, como se ha dicho, de «modulación rítmica») se repite la exposición y, esta vez, con la segunda idea, los dibujos secundarios, sobre la «tónica» en lugar de la «dominante».
Hay que advertir que, en su mayoría, estas Sinfonías hasta ahora desconocidas están en tono «mayor»; el tiempo intermedio está en tono más o menos afín al del primero y tiene un carácter de pausa lírica; el tercero y último tiempo se enlaza con el primero en el tono y el ritmo vivo. En conjunto, puede decirse que Sammartini, como sinfonista, forma parte integrante del movimiento musical europeo que, alejándose del estilo severo y polifónico (alejamiento que señaló al principio una grave decadencia), se encamina hacia un estilo más vivo y melodioso, que en las diversas fases de su desarrollo se suele llamar galante, «cantabile» y dramático, y con cuya evolución se llega, a fines del siglo XVIII y principios del XIX. al máximo esplendor de las formas «Sonata», «Sinfonía» y «Cuarteto». Que a dicho movimiento haya contribuido preponderantemente la escuela italiana, con Sammartini a la cabeza, o la alemana, con el principal centro en Mannheim, continúa siendo objeto de discusiones polémicas entre los críticos musicales, discusiones que tienen mayor valor sentimental que crítico. En realidad, por las obras hasta ahora publicadas de Sammartini, aunque se quiera hablar de profundo lirismo instrumental y de impresionismo rítmico, se saca la idea de un músico ciertamente rico en brío y de inspiración melódica, experto en las combinaciones de pequeños grupos instrumentales, elegante en el ritmo y en las figuras ornamentales (especialmente en ciertos efectos de trinos, que hacen pensar en las imitaciones de pájaros según el gusto de la época), pero con un limitado horizonte espiritual y formal, exponente típico de lo que se suele llamar «estilo galante del Setecientos», es decir, todo él elegancia, viveza y gracia; gracia carente, sin embargo, del profundo sentido que se hallará en Mozart. Sus límites están, por otra parte, en relación con el mismo ambiente y los fines para las que se escribieron las Sinfonía¿ de Sammartini. Es sabido que fueron ejecutadas en la torre del castillo de Milán, por lo cual se resienten del género de entretenimiento al aire libre, que fue tan cultivado en el siglo XVIII bajo forma de «serenatas», «divertimentos», «casaciones», etc.; y en ello, también las Sonatas nocturnas de Sammartini encontradas en Milán, así como otras variadas formas instrumentales, son similares a las Sinfonías, las cuales ocupan, sin embargo, un lugar destacado en la música instrumental italiana del siglo XVIII.
F. Fano