No es bien conocido el número de las Sinfonías de Muzio Clementi (1752-1832), ya que él no las publicó en vida. En un principio se creyó que había dejado unas veinte; después, fueron incluidas en este número tanto las sinfonías como las oberturas, y las primeras se redujeron a doce, que el autor habría compuesto entre 1786 y 1824. Alfredo Casella, sobre la base de un manuscrito de Clementi, estudiado por él en Washington, y de otros documentos, ha podido establecer que las verdaderas sinfonías de Clementi, al menos las más importantes, son seis, compuestas entre 1813 y 1825, pero la incertidumbre persiste todavía. El citado manuscrito comprende cuatro: la primera, en «do mayor» (originalmente en «si bemol»); la segunda, en «re mayor», estrenada en 1819; la tercera, llamada «Great National Symphony» («Gran sinfonía nacional»), ejecutada por vez primera en 1824; la cuarta, en «re mayor». Ninguna de ellas está completa; pero Casella, con ayuda de otras copias, ha logrado reconstruir y publicar dos (Milán, 1938): la primera y la segunda, en la que el revisor ha sustituido el primer tiempo por el de la cuarta, en la misma tonalidad. Queda todavía por aclarar si se han perdido otras sinfonías y si parte de ésas fueron compuestas, como pretende la tradición, antes de 1786.
No obstante, es cierto que las descubiertas pertenecen a su madurez. Clementi se atiene aquí, como en las Sonatas para piano (v.), a la forma clásica, en cuatro tiempos, desenvolviéndola con mayor amplitud de lo que le hubiera permitido el género pianístico. La instrumentación es compleja: quinteto de cuerda, abundante grupo de instrumentos de viento y timbales. Tal plenitud de sonoridad^ lleva unas veces a Clementi a una expresión enérgica e incluso dramática; otras veces a una belleza idílica y risueña; pero, en general, cabe decir que su estilo, siempre robusto y denso, tiende a los tonos claros, a una afirmación de vitalidad, ora impetuosa, ora tranquila y serena. Un caso típico es el del primer tiempo de la Cuarta sinfonía, que se inicia con una introducción en «re menor», de amplio aliento, sombría y meditativa, con armonías cromáticas bastante modernas y complejas conexiones de las distintas partes, para desembocar y serenarse en un «Allegro» en «re mayor» de matiz netamente idílico, aunque siempre de rica elaboración. El carácter de este tiempo, como también de los tres publicados de la Segunda sinfonía, recuerda el estilo sinfónico de Haydn, tanto por su desatada vitalidad como por sus amplios desarrollos polifónicos (véase, por ejemplo, el «fugato» del «Allegro final»). Clementi conserva siempre su personalidad propia, y revela con frecuencia, aunque episódicamente, la tendencia hacia un «pathos» más agitado, característica de la época beethoveniana. También en los tonos idílicos y de scherzo muestra un sello inconfundible, como en el «Minuetto pastoral» de la Segunda sinfonía (construido sin el tradicional trío intermedio), y en el final de la Sinfonía en «do», que recuerda bastante los «rondós» de ciertas sonatas. Aun cuando no pueden colocarse entre las obras maestras del género, las Sinfonías de Clementi tienen un notable valor artístico e histórico. Sin embargo, el espíritu de Clementi, indudablemente vivo y fervoroso, muestra siempre sus límites; y, posiblemente, el Clementi más original debe buscarse todavía en el Gradus (v.).
F. Fano
Una nueva y más potente afirmación de aquella música a un tiempo grandiosa y audaz, trágica y también, con frecuencia, benigna y serena, que se halla en la mayor parte de sus sonatas para piano. (A. Casella)