Sermones de San Agustín

La colección más completa de los sermones de San Agus­tín (354-430) es la editada por Maurini, que registra 363 sermones auténticos, distribui­dos en cuatro clases: sermones sobre asun­tos del Antiguo y el Nuevo Testamento (1-183), sermones sobre las diversas fiestas litúrgicas (184-272), sermones conmemora­tivos de santos (273-340) y sermones sobre asuntos diversos (341-363). Otros muchos sermones fueron publicados sucesivamente por M. Denis, Fontani, A. Mai y F. Liverani, y sobre todo, por el benedictino dom Germain Morin, que entre otros escritos editó una colección de 33 homilías inéditas de San Agustín, que halló en un códice de Wolfenbüttel (S. Aureli Augustini tractatus sive sermones inediti ex códice Guelferby- tano 4096, Kempten y Munich, 1917).

Pero ello no quiere decir que no puedan ser publicados otros sermones ni que todos los impresos sean auténticos, dado que duran­te los treinta y cinco años de su episco­pado (aprox. de 395/397-430) San Agustín no tuvo nunca por costumbre, salvo excep­ción, redactar previamente sus homilías; ta­quígrafos, a veces los mismos fieles, reco­gían como les era posible las predicaciones de viva voz del santo. No obstante este dato, y a pesar del gran número de apócri­fos y de la imposibilidad de una exacta distribución cronológica de toda esta in­gente mole de escritos, los sermones de San Agustín, aparte de ser en su conjunto un ejemplo nunca igualado de parenética cristiana, son sin duda una de sus obras más bellas y significativas, asimismo, por su elevado valor literario. Naturalmente no todos los sermones alcanzan un mismo ni­vel de expresión religiosa y literaria; mu­chos no son sino paráfrasis, a veces fati­gosas, de pasajes bíblicos; con frecuencia los mismos motivos se repiten en sermones distintos. El mayor cuidado del orador con­siste en acercarse, con un sentido de pro­funda humanidad y comprensión, al alma del más sencillo de sus fieles, tratando in­cluso los más complejos motivos de que están constituidas sus principales obras teo­lógicas y apologéticas, mediante ejemplos y aplicaciones más eficaces y de más in­mediata resonancia.

Así, el lenguaje re­sulta sencillo; las palabras son las mismas que el pueblo emplea cada día; las frases, claras, incisivas y a veces convertidas en proverbio, la argumentación es la que todo hombre común puede comprender; el tono se mantiene en una línea de constante y afectuosa bondad; sin apelar a un matiz de suficiencia, sino más bien animado de profunda humildad; y todo ello penetrado por el espíritu de una intensísima experien­cia religiosa. Merece recordarse que también otras obras de San Agustín que ahora se presentan, por el tema tratado, con uni­dad orgánica, no son en realidad sino gru­pos de sermones: por ejemplo, las Enarrationes in Psalmos y los Tractatus in Johannis evangelium e In epistolam Johannis. Las Enarrationes son sermones pronunciados en diversas épocas; los sermones de los dos Tractatus los pronunció San Agustín en Hipona, el año 416.

M. Niccoli