Tragedia, en cinco actos y en verso, del español José Cadalso (1741-1782), representada en 1771. La obra tiene gran interés para la historia de la orientación estética de la literatura española porque, aun adaptándose a los esquemas y a las normas de la tragedia clásica francesa, se inspira en leyendas nacionales. El argumento deriva, en efecto, de un antiguo cantar de gesta español: el de La condesa traidora y el conde Sancho García, que inspiró también una comedia a Lope de Vega, Los Monteros de Espinosa.
La madre de Sancho García, conde de Castilla, después de viuda se ha enamorado locamente de un joven moro (Almargor, en el cantar) y se casaría con él si no temiese la oposición del hijo. El amante convence a la mujer para que envenene a su hijo, y la obscura tentativa hubiera tenido éxito a no ser por la intervención de un cortesano fiel que avisa a tiempo a Sancho. Éste obliga a su madre a beber en el vaso que le destinaba; luego, para expiar el parricidio, se retira a un convento fundado por él. Sancho García es, con la Raquel (v.) de Vicente García de la Huerta, la más lograda tragedia del siglo XVIII español, pero resulta una obra pálida comparada con las grandes obras del siglo anterior. El autor aparece demasiado sujeto a los cánones de la estética pseudoclásica francesa, no sólo por la estrecha observancia de la verdad, sino también por la manera de verificarla, pesadamente centrada en el endecasílabo.
A. R. Ferrarin
* El mismo argumento fue tratado por Nicasio Álvarez de Cienfuegos y Acero (1764- 1809) en la tragedia, también neoclásica, La Condesa de Castilla.
* Con el mismo título de Sancho García existe una composición trágica en tres actos, original de José Zorrilla y Moral (1817- 1893), estrenada el año 1842. Con su estilo ramplón que fuerza rimas, destruye caracteres y ahorra ideas, Zorrilla lleva a escena las desavenencias entre el conde Sancho García y su madre viuda, en el siglo XI. La condesa, entristecida por las victorias de su hijo, revela a Estrella, la doncella, que negocia secretamente la paz con un moro. Por la noche, Hissen, el moro, que es en realidad el amante de la condesa, acude a entrevistarse con ella para enterarse de la marcha de la intriga. Ante la resistencia de la condesa a matar a su hijo y abandonar la te, Hissen le sugiere consultar su horóscopo por medio de un adivino judío. El conde Sancho García y su lugarteniente Montero, enterados de la entrevista por Estrella, han oído toda la conversación y deciden adelantarse a la condesa. En complicidad con un renegado que hace las veces de criado del judío se esconden en la cueva de éste. A poco acuden la condesa e Hissen.
Tras mucha verborrea los infieles convencen a la dama de que su destino consiste en una simple disyuntiva: matar a su hijo o morir a manos de él. No se decide aún la madre al crimen, y para obligarla, Hissen amenaza con descubrir el plan del asesinato de su esposo. Al final la condesa consiente en envenenar al hijo, lo cual satisface a Hissen, que ya se ve rey de Castilla, según promesa de Almanzor. El conde descubre la verdad y, aunque abatido, se apresura a detener al moro y al judío, obligando al primero a apurar la pócima mortal, que su madre disponía para él. Sancho García, después de hacer beber a su madre un narcótico que le pareciera justiciero veneno, le perdona todos sus extravíos. La condesa fundará un monasterio en los peñascos de Oña, adonde se retraía secretamente para hacer penitencia. Su hijo aparecerá ante el mundo como parricida. Tal es el sublime sacrificio de Sancho García. Toda esta convencional tragedia, de indiferenciados caracteres, de «orientales» de guardarropía y sentimientos inexistentes, acaba rompiendo una lanza por la reivindicación histórica: «Con tan gran corazón ser no podía / un malvado tan vil Sancho García». El propio Zorrilla utilizó este mismo tema para una de sus conocidas leyendas’ (v. Poesías y leyendas).
R. Jordana