Ángela Carballino, la narradora, cuenta la historia del párroco de Valverde de Lucerna, Manuel Bueno, quien, para todos los habitantes de la pequeña aldea, «es un santo de carne y hueso», abnegado y consolador de todas las amarguras que padecen sus feligreses. Sin embargo, parece embargado por una infinita y profunda tristeza.
Cierto día regresa al pueblo Lázaro, el hermano mayor de Ángela, hombre de ideas progresistas y anticlericales, y es a él a quien el atormentado sacerdote confiará su terrible secreto: no tiene fe y no puede creer, por más que lo intenta, en Dios ni en la resurrección de los muertos. Le confiesa que continúa ejerciendo su ministerio sacerdotal para que así sus fieles puedan mantener la paz que les da el creer en otra vida.
Lázaro, finge convertirse y colabora estrechamente con la gran labor humanitaria que ejerce Manuel Bueno en Lucerna. El tiempo va pasando y el sacerdote muere sin recobrar la fe, pero considerado un santo por todos, y sin que nadie, aparte de Ángela y Lázaro, haya advertido su más íntima tortura. También sin fe, muere Lázaro y Ángela se interrogará entonces acerca de la salvación de aquellos seres tan queridos para ella, que «murieron creyendo no creer lo que más nos interesa; pero sin creerlo, creyéndolo…».