[Vólsunsaga]. Es una tardía saga noruega del siglo XIII que narra la historia de los volsungos, o sea, de los antepasados del rey Volsung, nacido por intervención mágica de Odín (recuérdese que el fundador de la estirpe pasaba por hijo de Odín), y después, en sentido amplio, de sus descendientes, en particular de Sigmund y del hijo de éste y de Hjórdis, el célebre Sigurd (v.). La saga es un relato cíclico constituido por la contaminación de varias leyendas (entra en el relato también la de Helgi, matador de Humding) y de varias fuentes, en primer lugar los cantos de los Edda (v.), que están en esta saga amplia y extensamente parafraseados. Por este procedimiento, precisamente, la saga conserva su mayor mérito, esto es, el de substituir en cierto modo los cantos éddicos o aquellas partes de ellos que se han perdido ^para nosotros por causa de la lengua existente en el Codex Regius. Obra compilatoria, la Vólsunsaga tiene por sí misma muy escaso valor. El autor de ella parece preocupado sólo por hacer entrar en su relato toda la materia heroica que él conocía, desarrollando elementos fabulosos e insistiendo en los temas maravillosos. Trad. italiana de S. Friedmann (Lanciano, 1934).
V. Santoli
* De esta saga, William Morris (1834-1896) sacó el poema épico en cuatro libros La historia de Sigurd el volsungo, y la caída de los Nibelungos [The Story of Sigurd the Volsung and the Fall of the Nibelungs], su mejor obra, publicada en 1876. En el primer libro se cuenta la tétrica historia de Sigmund, padre de Sigurd; los tres libros restantes están dedicados a la historia del propio Sigurd. Signy, hija del rey volsungo, es esposa de Siggeir, cobarde rey de los godos. Siggeir y Sigmund, hijo del volsungo y hermano de Signy, se odian. Siggeir consigue hacer morir a traición al volsungo y a todos sus hijos, menos a Sigmund, dotado de gran fuerza y que consigue escaparse. Sigmund y Signy deciden vengarse, con ayuda de Sinfiotli, hijo de Signy y de Sigmund. Siggeir muere en el incendio de su palacio, y Signy muere también, siguiendo voluntariamente la suerte de su marido. Sigmund recupera el reino; Sinfiotli muere envenenado y Sigmund muere en una batalla.
Sigurd, hijo de Sigmund y de Hiordis, aleccionado por Regín, enano herrero, y después de apoderarse del caballo Greyfell y de la espada que había sido un regalo de Odín, mata a Fafnir, la serpiente enemiga de los dioses que está guardando el oro de los elfos, y se lleva el tesoro. Halla a la bella y omnisciente Brunilda (v.) que duerme en medio del fuego: la despierta y se prometen fe de esposos. Después Sigurd llega junto a los nibelungos; la reina de éstos, Grimhild (v. Crimilda), le da un filtro que le hace olvidar a Brunilda, y él se casa con Gudrún (v.), hija del rey de los nibelungos. Después de lo cual toma la apariencia de Gunnar, hermano de Gudrún, y obtiene para él a Brunilda: pero cuando yacen juntos pone su espada entre él y ella. Durante una disputa con Gudrún, Brunilda se entera de que ha sido engañada, consigue obtener que Gunnar haga matar a Sigurd, y se mata para unirse con su amado. Gudrún, en medio de su dolor por la muerte de Sigurd, se retira a un lugar salvaje. El último libro narra el fin de los nibelungos. Atil (Atila), rey falso y avaro, atraído por el tesoro de los nibelungos, pide y obtiene la mano de Gudrún, que medita la venganza por la muerte de Sigurd. Atil atrae a Gunnar y a sus parientes a su ciudad y los manda matar. Gudrún mata a Atil, y luego se suicida. La parte referente a Atil tiene cierta base histórica. Morris trató dignamente un tema elevado y grandioso y se sirvió de un ritmo inventado por él: versos anapestos con seis acentos de rima pareada que dan al relato una cadencia regular, ágil, amplia, la cual consigue quitar casi enteramente la monotonía al largo relato. Los episodios se suceden con notable frescura y su épico argumento atrae como el de los antiguos poemas. Los bosques y el mar; los temas hoy ya familiares; los héroes y las mujeres de los héroes, todo ello está tratado de manera generosa y decidida, que interpreta con discreción la ferocidad y las hazañas sangrientas.
A. Camerino