Rodrigo, el Último Godo, Robert Southey

[Rode­rick, the last of the Goths]. Poema inglés en versos libres de Robert Southey (1774- 1843), publicado en 1814. Se inspira en la leyenda española del último rey godo (v. Romancero). Rodrigo, cegado por la pa­sión, ha violado a Florinda, hija del con­de Julián; éste, para vengar la afrenta, llama a los moros, que acuden, pasan al país a sangre y fuego y lo subyugan casi por completo, pese a la encarnizada resis­tencia de los godos, que permanecen fieles al rey.

En lo más recio de la batalla, Ro­drigo desaparece y todos lo creen muerto; en realidad, herido por un rayo, ha com­prendido milagrosamente la monstruosa pro­fundidad de sus pecados y, arrojando las armas, se retira a las montañas, donde, des­pués de encontrar al viejo monje Romano, con quien se confiesa, decide vivir como ermitaño. Pero cuando Romano muere, no puede seguir soportando la soledad y des­ciende a la ciudad de Auria, donde Adosinda, mujer orgullosa que sólo vive para vengar a su padre, a su marido y a su hijo, muertos por los musulmanes, le in­duce a acaudillar un movimiento de re­conquista para la liberación del país. En­tretanto, los musulmanes, advertidos, caen sobre los rebeldes y se entabla una gran batalla, en la que el conde Julián es he­rido a traición; Florinda lo lleva a Rodrigo — desconocido para ella y confundido con un santo fraile — para que lo confiese, pero es él, en cambio, quien se confiesa al mo­ribundo, implorando y consiguiendo su per­dón.

También muere Florinda junto a su padre, y Rodrigo, cogiendo una espada, salta sobre un caballo y realiza tales pro­digios de valor que los suyos lo reconocen y, animados por la inesperada reaparición, que creen milagrosa, derrotan al enemigo; pero el rey, que en vano ha buscado la muerte en la batalla, convencido de no ha­ber expiado bastante todavía su culpa, abandona las armas y vuelve a desaparecer para reemprender en la soledad su vida de penitencia. Southey, que pertenece a la primera generación de poetas románticos ingleses, busca la expresión patética de sen­timientos elementales– con estilo sobrio y puro, y Rodrigo, aunque desigual y prolijo, es indudablemente su mejor obra poética, transida en ciertos puntos — por ejemplo, el encuentro nocturno entre Rodrigo y Flo­rinda — de una profunda e intensa emo­ción dramática.

A. P. Marchesini