Robin y Marion, Adam de la Halle

[Jeu de Robin et Marión]. Es un «jeu parti», o sea una disputa dividida en partes dispuestas para ser recitadas por dos o más intérpretes, que va junto con varias canciones populares del norte de Francia (Arras, Picardía, Bretaña), del trovador Adam de la Halle, llamado «el jorobado de Arras» (12309-1285 ó 1288), y representado en Nápoles en 1275.

Un caba­llero, yendo de caza por la campiña, en­cuentra a una graciosa pastora a la que hace propuestas de amor. Pero Marión ama a Robin, y ningún otro hombre del mundo puede igualarlo a sus ojos, así es que se burla del caballero y cuando su enamorado llega le cuenta la aventura. Después de comer sobre la hierba, vuelve el joven al pueblo en busca de algún amigo , que pueda ayudarle en caso de que vuelva el caba­llero. En efecto, vuelve cuando Marión se halla sola. Se le acerca y le ofrece su amor, pero todo es en vano. También esta vez sale victoriosa de la escaramuza amo­rosa; pero al llegar Robin, el derrotado le hace víctima de su venganza, descargándole una serie de golpes en la espalda; el j oven apaleado lo olvida todo a la vista de su Marión y con los amigos organiza una fiesta sobre la hierba; juegan, cantan, danzan llenos de alegría. Es el mismo asun­to de tantas «pastorelas», y también los nombres de los personajes son los tradi­cionales conocidos en este género de com­posiciones.

La descripción de la natura­leza y de los personajes está llena de viveza y de realismo; los pastores y los campesinos están representados con sus pe­queñas virtudes y sus pequeños defectos, ingenuos y ruidosos en su rusticidad, en sus costumbres y en su lenguaje. El mérito principal de Adam le Bossu es el de haber puesto en escena, haciéndolo recitar en ver­so sin acompañamiento musical, un género que tantos ejemplos había ya dado en la poesía lírica. La comedia va precedida de una especie de prólogo, el Jeu du Pélerin, en el que un peregrino, de vuelta del reino de las Dos Sicilias, da explicaciones sobre el origen de la comedia e invita al público a la benevolencia. La música es comple­tamente exterior, sin relación con la ac­ción, con los caracteres o con los senti­mientos. La obra es muy importante por constituir el primer ejemplo conservado de representación profana con música. Es notable que estos trozos estén escritos, en parte, a tres voces, en un contrapunto que parece ignorar las relaciones verticales.

C. Cremonesi