[Rime]. Primero con las Rime pescherecce, publicadas en Bolonia en 1628, y más tarde con una colección completa de Rime (Nápoles, 1632), Giovan Francesco Maia Materdóna (siglo XVII) alcanzó un destacado lugar entre los más singulares poetas de su tiempo, sobre todo por una vivacidad descriptiva que llega hasta el garbo y la chanza.
Hoy, no obstante, se le cita entre los mejores marinistas, no tanto por la característica que le enlaza con las ideas estéticas de aquella escuela — la rebusca del «concepto» y de la «maravilla», con artificiosidad de imágenes y de pensamiento —, como por una cierta naturalidad de estilo y por una gentileza de modos que parece casi insólita en aquel siglo. Bastaría el soneto’ en que se evoca la entrada de mayo («He aquí el alba, he aquí el alba, he aquí el hermoso día / que vuelve a traer nuestro mundo el mayo; / salúdale, pastor, ríndele homenaje / puesto que dulcemente vuelve a ti»), para mostrar en él la tenue y delicada inspiración de un discípulo de los humanistas o, por lo menos, un petrarquista que no pretende innovaciones.
Por otra parte, el final («Yo no iré, ya que para mí no sonríe / mayo; en mi corazón no existe más que una estación, / siempre en mis pensamientos tiene su sede el invierno») muestra los modos usados, que en nada difieren de los de su tiempo: en éstos, por necesidad histórica, precisa considerar las Rimas en cuanto tienen de más característico y en cuanto conservan de más vivo. Destaca asimismo un agudísimo sentido del detalle, bien se trate de bellezas femeninas, visiones de naturaleza o descripciones: el poeta observa con estupor todo espectáculo, por ejemplo, la amada que se tiñe de rubio el cabello, lo deja secar bajo un sombrero de paja, al sol y al viento junto a la fuente del puente Sixto, escena descrita rápida y ágilmente a la vez, como rivalizando con un pintor. Con una simplicidad y detalle que parecen inspirarse en la rapidez descriptiva de una «naturaleza muerta», Maia Materdona presenta el vestido de su dama («A un tiempo con el sol despierta mi señora»), o con inspiración burlona y paradójica describe el enojoso zumbido de un mosquito («Animado rumor, vaga trompeta»). Figuran sonetos admirables por la habilidad con que recoge los detalles, y sobre todo por entregarse a un característico galanteo más que al virtuosismo corriente de la escuela.
C. Cordié