[Rembrandt ais Erzieher]. Obra de Julius Langbehn (1851-1907), publicada anónima en 1890. Tuvo una difusión enorme (42 ediciones en tres años) y fue uno de los libros que en su tiempo hicieron más ruido, hasta el punto de provocar el nacimiento de una moda y de un tipo espiritual, llamado el «Rembrandtdeutsche». Pronto olvidado, fue reivindicado más tarde como anticipador del nacionalsocialismo.
Es un secreto a voces — dice — que actualmente la vida del pueblo alemán se halla en un estado de lenta (según otros rápida) «decadencia»; la ciencia es víctima de la especialización, faltan personalidades eminentes, no existen arquitectura ni filosofía alemanas. Tal es el cuadro que traza Langbehn de la cultura espiritual alemana alrededor de 1890. Pero es un admirador entusiasta de Bismarck y quiere que el ciudadano alemán se regenere, haciéndose digno del estado que el canciller ha creado. El autor encuadra la posibilidad de esta regeneración entre dos ideas maestras: afirma, por un lado, que «el alemán debe servir a la Germanidad», y por otro (y aquí se nota la fuerte influencia de Nietzsche) condiciona aquella posibilidad a la formación de personalidades fuertes. Finalmente, como Langbehn afrontaba el problema en la época comprendida entre el naturalismo y los primeros síntomas de reacción, lo veía subordinado a un abandono del cientificismo en favor del momento artístico.
Personalidad artística alemana por excelencia, Rembrandt le pareció el paradigma más apropiado para proponer a sus compatriotas; y lo que en el campo espiritual es Rembrandt, lo es, en el político, Venecia, «el único punto en que el espíritu alemán y el espíritu griego han estado en contacto sin la mediación de lo romano». El libro está escrito en estilo inspirado, rico en divagaciones historicofantásticas que le acercan a otros estudios de la misma época, como el de Houston S. Chamberlain (Die Grundlagen des XIX, 1899). Las anticipaciones más notables de ideas que hallamos en el racismo nacionalsocialista son: la afirmación de que los alemanes deben seguir el antiguo precepto de ser lo que fueron sus progenitores, esto es, aquello para lo que les creó la naturaleza: fueron y deben continuar siendo arios; además, la tesis de que la cuna de la nueva aristocracia política es la masa campesina y, por fin, junto a la exaltación del germanismo, un fuerte espíritu antisemítico.
F. Federici