Poesías, Archibald MacLeish

La obra lírica del escritor y político norteamericano Archibald MacLeish (n. 1892) ha sido recogida sobre todo en los siguientes libros: The Pot of Earth [La olla de tierra] aparecido en 1925; Streets in the Moon [Calles en la luna] en 1926; The Hamlet of A. MacLeish [El Hamlet de A. MacLeish] en 1928; New Found Land [Terranova] en 1930; Conquis­tador [Conquistador] en 1932; Public Speech [Discurso público] en 1936; The Fall of the City [La caída de la ciudad] en 1937; Air Raid [Ataque aéreo] en 1938; Land of the free [La tierra de los libres] que se publicó también en 1938.

En la obra de Archibald MacLeish existen dos épocas cuya separa­ción marca de manera clara, casi tajante, el libro Public Speech que se editó en 1936.Durante la primera, el poeta se adhirió al credo estético de los escritores norteame­ricanos que tomaron conciencia literaria en la fecunda década de 1920-1930. En los poetas de este período coexiste el recuerdo de Apollinaire con la irónica desazón pro­ducida por la crisis de la primera Guerra Mundial. Como en The Waste Land (v. Poe­sías de Eliot), el poema clave de la crisis, MacLeish mira hacia el pasado y lo enfrenta al caos de hoy, pero con contrastes menos violentos y sin la técnica del método mítico o a veces de coloquialismo excesivo, que caracterizara a Eliot en aquellos años. Así en el poema alegórico «1933», Ulíses bus­ca otra vez a Itaca a través de la tur­bulencia del mundo moderno. Para Eliot el pasado era vivo, era una presencia que enriquece el presente.

Para MacLeish tam­bién, pero hay síntomas de evasión, de bus­car refugio en el pasado con la nostalgia del que busca un paraíso perdido. Lo más característico de este período es su «Ame­rican Letter», aparecida en 1928. Cantar las raíces, el paisaje, la biología y el espíritu que han forjado la patria es un propósito que ha sugestionado a grandes maestros como Withman, Sanburg, Frost. Pero Mac Leish ha renovado el tema, ha vivificado su canto con una elocuencia que atrae y nada tiene que ver con, la retórica pétrea de los malos poetas. El poema comienza recordando’ otros países extraños al cora­zón del hombre americano. La brumosa China inmemorial y sobre todo Europa. Como Pound, Eliot y otros escritores atraí­dos por varias culturas, también MacLeish siente nostalgia de Europa. Nota el vacío de la falta de tradiciones, de antepasados, de recuerdos atávicos.

Todos estos poetas quisieran un punto de apoyo que les libe­rara, de cuando en cuando, de la marea sin fin que es América: «¿Cómo puede tener doble patria un hombre juicioso?/¿Cómo puede tener la tierra y el viento y sentir el deseo/dé un lejano y extraño país, con olor a palmeras,/la amarilla aliaga en el mediodía, en las largas bonanzas?/Es sin­gular haber nacido en América…». «No es ni un lugar ni un nombre de estirpe./Amé- rica es el Oeste y los vientos que soplan./ Una gran palabra es América, y nieve;/un camino, y un pájaro blanco, y la lluvia,/ algo que brilla en la mente, un gritar de gaviotas./ No es América tierra ni pueblo:/ es la forma de una palabra, un volar de los vientos…/América está solitaria: mu­chos van juntos, muchos de un solo len­guaje, de un único aliento,/con el mismo vestido — pero no hay entre ellos herma­nos: sólo el habla enseñada, el imitado lengua je,/América está solitaria y hay un chillar de gaviotas./Es singular haber na­cido en América».

Conquistador (1932) es un largo poema, de corte épico, escrito en una especie de «terza rima», con un estilo narrativo directo, vivo y brillante; liberado de los retoricismos y de los elementos fósi­les que, a menudo, acompañaban a la anti­gua épica. La historia se hace aquí vivida, y las pasiones, los paisajes! las legendarias figuras, el guerrero anónimo o la esbelta muchacha cobriza, tienen calor y color vi­tales. Es una épica nueva, saturada de luz solar. El tema lo tomó MacLeish de la cró­nica sobre la conquista de México de Bernal Díaz del Castillo. El viejo cronista-gue­rrero habla en primera persona y cuenta, morosamente o con rapidez cinematográfica, sus vivos recuerdos; los personajes y los episodios reaparecen con la lozanía de antaño. A veces el anciano narrador pierde la memoria y entonces vuelve atrás; los planos del tiempo se mezclan y el movi­miento es paradójicamente luminoso y fan­tasmal.

Así evoca, en forma muy plástica, los caudillos de la conquista: «Y Sandoval llega primero, y el viento de Palos/se agita en su pelo de mozo; la humosa bujía/estremece el rostro enfermizo, la piel febril. Y llegando/siguen los pies de los muertos. Veo a Alvarado/claro en la sombra, con un haz de leña encendido :/osado y de escaso saber; y su rostro/con el esplendor de las bellas facciones, la piel sonrosada;/ las rodillas tiene algo dobladas, como exce­lente jinete;/y señoriales maneras, y se balancea su espada, arrastrando./Y Olid, el buen luchador, de faz dura,/con limpios dientes, como de perro, y el labio arru­gado; ./Olea— así van en pos de la desven­tura los vientos —/Olea, con la espada des­nuda y pegados/hierbajos en torno, y las manos maltrechas. Y siguen llegando. Y desde la sombra,/en mí fija los ojos un hombre mudo y armado,/mirando como el recién despertado contempla el hogar mor­tecino./Este es Cortés, que tomó la tierra famosa».

Con razón ha escrito Louise Bogan que MacLeish «en el Conquistador manejó con sorprendente soltura los métodos de Pound, el tono de Eliot, el vocabulario de St. John Jerse, así como la compresión de Hopkins y la asonancia de Owen». Public Speech (1936) significó una ruptura con la estética anterior. Desde ahora MacLeish to­mará una actitud polémica, será un «engagé», definirá a través de la poesía sus ideas políticas y, sobre todo, sociales. Le pre­ocupa la justicia social y reniega de los poetas que escriben puramente por motivos estéticos y los llama repetidamente «los irresponsables». Absorbido por la política, durante las dos últimas décadas, ha dejado casi de publicar poesía. MacLeish es el poeta de los grandes temas fundamentales: muerte, amor, tiempo. Su evolución es in­versa a la de Eliot. Éste partió de una re­beldía, sucumbió a la crisis y se afincó definitivamente en un sosiego más o menos estable e inconformista. Mientras que Mac Leish partió de un esteticismo seguro y brillante y evolucionó hacia una poesía de «mensaje social», turbulenta y propagan­dística, paliando, con ello, su color y su intensidad lírica.