[Prodromus dissertationum, continens mysterium eosmographicum de admirabili proportione orbium eoelestium, deque cauris coelorum numeri, magnitudinis motuumque periodicorum genuinis et propHis, demonstratum per quinqué regularía corpora geométrica]. Es la primera obra de Kepler (Johannes Kepler, 1571-1630) y su primera edición se remonta a 1596.
El joven hombre de ciencia —por medio de meditaciones que son a la vez astronómicas, matemáticas y metafísicas — desarrolla el concepto de una relación entre los cinco poliedros regulares y las órbitas de los cinco planetas conocidos en su tiempo: «Considerada la órbita terrestre como primera medida — son sus palabras — circunscribid en ella el dodecaedro regular y tendréis la órbita de Marte; circunscribid a ésta el tetraedro y el círculo que encierra a este último será la órbita de Júpiter; a ésta circunscribid el cubo, y en torno al cubo trazad otro círculo circunscrito, y tendréis la órbita de Saturno». Esto en lo que respecta a los planetas superiores; para los inferiores se obtiene una análoga armonía geométrica: «Inscribid el icosaedro en la órbita terrestre, y él contendrá exactamente la órbita de Venus; en la órbita de Venus inscribid el octaedro, y éste contendrá exactamente la trayectoria descrita por Mercurio». Entre extrañas aserciones metafísicas, o mejor dicho, verdaderas y auténticas fantasías, este volumen también ofrece sensatas razones en favor de las nuevas opiniones de Copérnico y Galileo, y de los trabajos experimentales de verificación, por medio de los cuales el astrónomo de Magstatt es conducido a reconocer honestamente que si la Tierra y Mercurio se adaptan bastante bien a la ley de armonía geometricoastronómica descubierta por él, Júpiter, en cambio, se aleja de ella notablemente.
Otra parte del volumen va dedicada al descubrimiento de una relación entre la duración de la revolución de los planetas y la longitud de sus órbitas, descubrimiento al cual Kepler no llegará hasta muchos años después en su obra Harmonices Mundi libri V (v. Astronomía Nueva). Aquí Kepler sólo nota que no hay proporcionalidad sencilla entre tales elementos. No viendo una explicación verdaderamente científica de ello, pregunta la causa de tal falta de proporcionalidad, y responde con algunas de aquellas extrañas fantasías tan frecuentes en toda la obra. « ¿Esto dependerá tal vez del hecho de que las almas motrices son más débiles a mayor distancia del Sol? ¿O tal vez habrá una sola alma motriz situada en el Sol y que acaso obrará con fuerza mayor en los cuerpos vecinos y menor en los más lejanos?»
U. Forti