[Metalogicus]. Obra del humanista e historiador inglés Juan de Salisbury (Johannes Saresberiensis, 1110/20- 1180). Escrita en el período del destierro de Enrique II, es una defensa de la lógica, y en general de toda la cultura humanista, contra los despreciadores de la misma, y a la vez una indagación aguda y original sobre la naturaleza de la verdad.
Está dirigida contra los cornificianos, que despreciaban los estudios, ya que en muchos casos habían llegado a ser ellos un medio indecente para alcanzar los cargos más lucrativos. La misma gramática, afirma Juan, aunque no sea nada natural, sino un producto de los hombres, sin embargo imita la naturaleza, conduce al bien y es de gran utilidad. La lógica tiene la eminente función de formar las mentes y enseñar el arte de pensar: es un reprochable defecto de ciertos lógicos hacerla consistir en un puro formalismo, carente de contenido. Todas las ciencias son deudoras de la lógica, ya que ella les sugiere los métodos de indagación y el justo desarrollo en las demostraciones. Juan exalta la lógica aristotélica y porfiriana y afirma que es la lógica la que tiene que demostrar cómo toda la ciencia descansa sobre algunos principios evidentes, sobre algunas certidumbres objetivas y originarias. Por lo que se refiere a las cuestiones lógicas, gnoseológicas y psicológicas, tratadas más particularmente en sus tiempos, Juan toma posición, en la discusión de los universales, contra el realismo exagerado y se aproxima a lo que será el realismo moderado y crítico de Santo Tomás.
Distingue claramente entre conocimiento sensible y conocimiento intelectual, y afirma, siguiendo a Aristóteles, que el conocimiento intelectual deriva del conocimiento sensible. El conocimiento intelectual llega a ver concretados en la realidad corpórea también los primeros principios universales del ser, y se extiende a las realidades espirituales y a las verdades eternas, de las que Dios es la suma cumbre. Todo el escrito rebosa de reminiscencias clásicas, griegas y romanas, puestas junto a los textos de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres. El estilo es sobrio y vigoroso, desmintiendo solemnemente la opinión de la barbarie literaria de la Edad Media. El autor termina con expresiones de dolor ante el comienzo de nuevas guerras entre ingleses y franceses y por el anuncio de la muerte del papa Adriano IV, inglés, amigo y confidente suyo. También en otras partes del libro la exposición de las doctrinas es interrumpida por recuerdos autobiográficos o llamadas a los acontecimientos del tiempo. Por estos motivos, la obra es un ejemplo de aquel género literario que dominará más tarde en el humanismo más maduro.
C. Giacon