[De mundi universitate libri dúo sive Megacosmus et Microcosmus]. Atribuido en sus orígenes a Bernardo de Chartres, y en realidad obra de Bernhardus Silvestris o Bernardo de Tours, que fue amigo de Thierry de Chartres, al que dedicó su escrito, compuesto entre 1145 y 1153. Del autor, de quien también se conocen otros trabajos, nada, o casi nada, sabemos.
Su obra, característica del humanismo del siglo XII, es sin duda del más alto valor; aunque esté bien lejos de merecer que se la coloque junto a la Divina Comedia (v.) como alguien ha intentado. Una comparación atenta con el Asclepius, que hasta ahora no se ha hecho, nos mostraría la dependencia directa de la literatura hermética. El De mundi universitate, parte en prosa y parte en verso, de factura clasicista, está dividido en dos libros: el Megacosmus, en el que se habla de la formación y de la estructura del Universo, y el Microcosmus, en el que se describe el compendio viviente de la realidad que es el hombre. Bernardo nos expone con gran exactitud el contenido de su obra: «en la primera parte, llamada Megacosmos o mundo mayor, la Naturaleza en lágrimas se lamenta con Noys, que es la Divina Providencia, sobré la confusión de la materia prima o Hyle, y pide que el mundo se haga más bello. Noys asiente de buena gana a las plegarias y separa los cuatro elementos.
Puebla el cielo de coros angélicos, fija en el firmamento las estrellas, dispone las constelaciones, hace girar a un signo suyo las esferas de los siete planetas… Sigue la generación de los seres vivientes… En el segundo libro, llamado Microcosmos o mundo menor, Noys habla a la naturaleza, y se gloria de la belleza del mundo, prometiendo que plasmará al hombre como coronamiento de su obra. Ordena para ello que se busque a Urania, reina de las estrellas, y a Fysis, expertísima en todas las cosas… Fysis, entonces, con lo que queda de los elementos forma al hombre comenzando por la cabeza, y miembro a miembro completa su obra». La exaltación del hombre, con la que el libro termina, aunque relacionada visiblemente con la literatura estoicoplatónica, con los comentarios del Timeo (v.) y con los del Génesis (v.), a veces parece anticipar motivos renacentistas. El De mundi universitate no se publicó hasta el siglo pasado; primero una pequeña parte por Cousin (1836, con las obras inéditas de Abelardo), después íntegro por C. S. Barach y J. Wrobel (Insbruck, 1876), quienes lo atribuían, lo mismo que había hecho Cousin, a Bernardo de Chartres.
E. Garin