[Die mehreren Wehmüller und die ungarischen Nationalgesichter], Novela corta de Clemens Brentano (1778-1842), publicada en 1817 en la revista «Der Gesellschafter», pero compuesta mucho antes. Cuenta de un pintor vienés, Wehmüller, que lleva siempre consigo unos cincuenta retratos que representan rostros típicos nacionales húngaros.
Los clientes que deseen su propio retrato pueden escoger entre los que más se asemejen a su tipo, haciéndose añadir por el pintor con un pequeño suplemento en el precio, eventuales bigotes, barba, cicatrices, uniformes y condecoraciones. Este método tiene un éxito enorme. Wehmüller, huésped en Croacia, tiene que incorporarse a una guarnición húngara, para lo que ha de cruzar la frontera que está bloqueada por las tropas, a causa de una epidemia que ha estallado en Austria. Detenido en la frontera, muchos se asombran al verlo y afirman que hace muy pocos días la había cruzado ya, y como prueba le enseñan retratos de su mujer, que él ha distribuido como propina. Agitadísimo por aquel extraño suceso, llega al campamento militar, donde le repiten la misma historia; sólo el médico se halla en disposición de reconocer su identidad, en cuanto el precedente presunto Wehmüller había hecho que le sacara una muela, mientras que el actual y verdadero Wehmüller no tiene huecos en la boca. En su forzada detención nocturna en la posada de la frontera, el pobrecillo, cada vez más atormentado por la aprensión de que su desconocido sosias le sustituya junto a su amada esposa, encuentra mucha gente de todas las regiones del Imperio austrohúngaro, que, para pasar el tiempo, cuentan historias: una de ellas es una auténtica historia de brujas y del gato Mores; otra se refiere a verdaderos gatos tomados por brujas; la tercera, más cercana a la realidad, cuenta de una bella húngara, Mitidika, que recuerda la figura de Mignon (v.).
Al alba, los narradores y Wehmüller intentan pasar la frontera, pero son detenidos por un oficial a caballo, el cual entre el estupor general revela ser la bella gitana del cuento, amante de uno de los viajeros que se alegra mucho de poder abrazarla de nuevo. La confusión aumenta por momentos en el alma del pintor, porque la muchacha asegura haber viajado con el Wehmüller auténtico y haber sido, mientras iba en su compañía, importunada por el falso Wehmüller. Cuando han pasado la frontera, los otros dos Wehmüller comparecen finalmente y se desenmascaran: el uno revelando ser la esposa fiel del verdadero pintor, la cual se ha disfrazado con las ropas de su marido para escapar al sosias de él; el otro revela ser un pobre pintor austríaco que para procurarse los medios de casarse con su amada ha probado suerte intentando imitar a su colega y haciéndose pasar por él.
Así, la complicada aventura de los tres Wehmüller se resuelve en una carcajada general, pero la demoníaca naturaleza de Brentano se proponía demostrar con esta burla que quien pretenda reducir todos los hombres a tipos determinados privándolos de su propia individualidad es castigado por donde ha pecado, con la amenaza de perder también él su individualidad y con sus correspondientes y enojosas consecuencias: cualquier mísero consigue imitarlo. El talento brillante del autor se encapricha en producir un verdadero desfile de situaciones cómicas y extravagantes complicaciones, que se resuelven con la famosa ironía romántica, que, si no nos salvase la brevedad de la narración, amenazaría con llevarnos a todos, protagonistas y lectores, a la locura, como le ocurrió al pobre director de orquesta Kreisler de E. T. A. Hoffmann (v. Consideraciones del gato Murr).
C. Baseggio-E. Rosenfeld