Los Tres Mosqueteros, Alexandre Dumas (padre)

[Les Trois Mousquetaires]. Novela histórica de Alexandre Dumas padre (1803-1870), escrita en colaboración con Adrien Maquet, que hizo el esbozo de la misma, y publicada en 1844, primera de una célebre trilogía de la que forman parte Veinte años después (v.) y El vizconde de Bragelonne (v.).

Es la narra­ción de las aventuras, que tuvieron lugar durante el reinado de Luis XIII, de cuatro hombres de armas, inseparables amigos, cada uno de los cuales representa un tipo bien definido: Athos (v.), en realidad conde de La Fére, gentilhombre arruinado por su trágico matrimonio con una aventurera, mosquetero por desesperación, expresión romántica de la nobleza de ánimo siempre orgullosa en su suerte desgraciada; Porthos (v.), cuyo verdadero nombre es Du Vallon, gigante bonachón e ingenuamente vanidoso; Aramis (v.), o caballero de Herblay, arran­cado a la vocación eclesiástica y dedicado a las armas por una aventura galante, y siempre vacilando entre un vago misticis­mo, una sutileza jesuítica, secretos amores aristocráticos y una hermosa furia de sol­dado. A éstos se añade D’Artagnan (v.), gascón valiente y listo que llega de su pro­vincia con muchas aspiraciones y poco di­nero, y que acabará por ser el verdadero protagonista de la obra. Aspirante a mos­quetero, conoce a los otros tres a través de un triple desafío que terminará en un co­mún y victorioso asalto contra los guardias del cardenal Richelieu, eternos antagonistas de los mosqueteros del Rey.

Una aventura con una agente secreta del cardenal, Milady (v.), antes esposa de Athos, hace en­trar a esta terrible mujer en él círculo de los azares de los cuatro, que hasta el último momento permanecen bajo la pesadilla de sus venganzas. El amor de D’Artagnan por Constanza Bonacieux, camarera de la rei­na Ana, da origen al episodio central de la novela; la reina, en efecto, regaló a su amado Buckingham doce broches de dia­mantes, regalo del rey; el cardenal, que quiere perder a la reina austríaca, aconseja a Luis XIII que le ruegue que se adorne con esos broches durante un baile. Será asunto de los cuatro compañeros arries­garse en el peligroso viaje hacia Inglaterra, superando los acechos de los sabuesos del cardenal, para recuperar las joyas. Tres que­dan heridos por el camino, pero D’Artagnan lleva a feliz término su cometido. En las últimas aventuras predomina la figura de Milady, que trata de envenenar a los mos­queteros, consigue hacer apuñalar a Buc­kingham por el fanático Felton, envenena a Constanza Bonacieux y, por fin, cayendo en las manos de los cuatro, a los que se une lord Winter, hermano de su segundo marido, que ella mató, es condenada por los mismos a muerte y ajusticiada.

Los tres mosqueteros tuvieron un éxito que se puede comparar al alcanzado por Robinson Crusoe (v.), un siglo antes. Entonces, al rayar el alba de la Ilustración (v.), el héroe del día era el hombre que volvía a encontrar su genuina naturaleza; ahora, dicho héroe resultaba de la feliz integración de cuatro tipos distintos que, de la elementalidad de Porthos al inteligente valor de D’Artagnan, de la elegante sutileza de Aramis al noble fracaso de Athos, constituían un único clima de vida intensa, aventurera y consciente, capaz de satisfacer por completo un siglo refinado por el primero y el segundo Roman­ticismo, deseoso de aventuras humanas más que espaciales, pronto a entusiasmarse con un tipo de hombre triunfador, especialmente si se le sospechaba, aunque de reflejo, ob­jeto de alguna íntima desgracia. En la fórmula de esta novela estaba, pues, todo lo que se afirmaba como más vivo en el alma y la emotividad de su tiempo, y todo mantenido en una esfera de facilidad que no siempre se puede identificar con la su­perficialidad, todo armonizado con una téc­nica tan hábil que quizás no llegó a tener comparación en ninguna otra obra de su género.

Fuente de Los tres mosqueteros son las Memorias de D’Artagnan (v.) de G. Courtilz de Sandras que Quérard, en sus Supercherías literarias reveladas [Supercheries littéraires dévoilées], indicó como un original indignamente plagiado; en realidad, Dumas, que en uno de sus cuentos alude benévolamente a esta acusación, dio una vida completamente original a un material historiconovelesco que ya había dejado de vivir.

U. Déttore

¿De qué nace el prodigioso éxito de las novelas de Dumas? De que para leerlas no es necesaria ninguna iniciación y de que la acción es divertida. Mientras va uno leyéndolas, se distrae; después, cerrado el libro, no queda ninguna impresión, todo pasa como el agua clara, y vuelve uno a sus negocios. (Flaubert)

Dumas, una fuerza de la naturaleza. (Michelet)

Aún son muchos los que siguen leyéndo­las y gozando de ellas sin ninguna ofensa para la poesía; sin embargo, ocultan su complacencia, tal como se hace con los pla­ceres ilícitos, y no estaría mal animarlos para que depongan su falsa vergüenza y el azoramiento que lleva consigo. (B. Croce)

El genio del narrador de Los tres mos­queteros equivale al genio del dramaturgo de La torre de Nesle. Y existe un genio en Dumas que los sostiene a ambos: es el ge­nio de la vida… (Thibaudet)

Dentro de veinte años lo sentiremos como el escritor más cerca de nuestros gustos, nuestras necesidades, nuestra estética reno­vada. (M. Bontempelli)