[I marmi]. Colección de diálogos, ocurrencias, curiosidades, de Antón Francesco Doni (1513-1574), publicada en Venecia en 1553. En la introducción, finge el autor volar, convertido en pájaro, sobre Venecia, Roma, Nápoles, para detenerse en Florencia, donde, invisible, oye por las tardes las conversaciones de toda clase de personas que se reúnen a tomar el fresco en las escalinatas de la catedral, llamadas «los mármoles». También Chiabrera, en sus Sátiras (v.), citó los «mármoles» como el punto característico de reunión de los florentinos; con esta invención, Doni parece preceder a Vélez de Guevara en el Diablo cojuelo (v.).
En efecto, también el pájaro ideado por Doni, antes de pararse sobre los mármoles florentinos, ve, dentro de las casas, quién llora, quién duerme, quién muere, quién nace, quién escribe. Igual que todas las obras de Doni, también ésta tiene carácter de mezcla, alternándose las novelas con los diálogos, casi todos satíricos; como el de un poeta forastero y un tabernero sobre el «florentinear», otro entre un zapatero y un tal Neri sobre el ridículo culto de las reliquias de los grandes. Hay en la obra motivos, juegos de palabras, y en el diálogo entre el bufón Carufulla y un tal Ghetto, se demuestra burlonamente, un siglo antes de Galileo, que la Tierra gira y el Sol está inmóvil. Se encuentran observaciones sobre las ranas desolladas vivas que siguen moviéndose, y conclusiones singulares sobre la fisonomía humana, sobre los ángulos faciales, invenciones precursoras de famosas teorías científicas. El variado ingenio de Doni, que fue hombre de variadas y múltiples aptitudes (editor, tipógrafo, crítico literario, aventurero, fraile que colgó los hábitos), se revela plenamente en esta obra, que aún hoy es, al menos en parte, una lectura curiosa e interesante.
El espíritu escéptico e hipócrita del autor, su carencia completa de ideal y su falta de toda preparación, la prisa y la superficialidad en la exposición, son caracteres evidentes de esta obra, como de todas las demás de Doni, el cual, más que nada, poseyó una facilidad excepcional para escribir, capacidad instintiva para hacerse cargo y hacer interesante cualquier tema, y para dedicarse con el mismo empeño y el mismo brío a los asuntos más dispares.
E. Allodoli