[Degli scrittori del trecento e dei loro imitatori]. Obra crítica italiana en dos volúmenes, publicada en Milán en 1818. Estaba en plena efervescencia, por aquellos años, una gran controversia sobre los clásicos de la lengua italiana: a saber, si se debía continuar dentro de los moldes fijados por ellos o mirar hacia nuevos horizontes lingüísticos. El efecto de la obra de Perticari fue el de fijar límites a la autoridad de los antiguos y señalar el debido campo de acción a los modernos.
En el primer volumen el autor expone a través de sus estudios un clarísimo plan metodológico para el estudio y la comprensión de los escritores del siglo XIV. Pocas son las formas y los libros que pueden considerarse como modelos perennes de forma y de lenguaje: el mismo Dante menospreció el habla de su época y dio inicio a aquella lengua «ilustre vulgar» que seguramente era prerrogativa exclusiva de los espíritus agudos. Los demás hubieran preferido el lenguaje plebeyo, entendiendo por plebeyas aquellas palabras italianas derivadas del lenguaje de los esclavos romanos, latín con poca gramática, que poco a poco, con escasos cambios fonéticos, fue convirtiéndose en patrimonio del italiano vulgar.
Por esto Dante tomó del lenguaje hablado de cada región y particularmente de Florencia todas las formas no dialectales, excluyendo las características propias de pueblos y regiones. El autor señala, por tanto, algunas de las irregularidades que iniciaron la lenta corrupción del idioma italiano, que había intentado remediar el Colegio de los Académicos florentinos. Con todo, la formación de la lengua italiana, a la que todos habían contribuido (y esto contra la opinión de Buonmattei) no había sido ultimada y quedaban aún muchos siglos de lucha. En el segundo volumen Perticari trata casi exclusivamente de los códices, de los manuales antiguos y de sus graves errores, causados no ya por la falta de preparación de los artistas, sino de los amanuenses.
En la última parte afirma que es un error considerar el siglo XIV como un siglo de particular perfección; finalmente, defiende a algunos clásicos posteriores, equivocadamente combatidos por los puristas,, como Tasso y Metastasio, para terminar amonestando a los jóvenes — que adoran con exceso las atribuciones maravillosas (cualidades) de naturalidad, simplicidad y gracia — para que no caigan en la aridez y afectación, como consecuencia de un exceso de rebuscamiento. La obra de Perticari, admirada por Monti, está escrita en un estilo elegante y tuvo una notable importancia en el momento de su aparición, puesto que aclaraba muchos problemas planteados por la crítica literaria y las orientaciones de aquellos años.
E. Scazzoso