[I beoni]. En este pequeño poema de Lorenzo de Médicis (1449- 1492) triunfa todavía la tradición toscana, tradición esta vez de los autores burlescos, entre los que descollaba entonces Luigi Pulci. El desfile de los más célebres bebedores de Florencia, presentados a Lorenzo por un Virgilio de burlas, ser Nastagio (parodia de la Comedia y de los Triunfos del Petrarca, v.), es un álbum de caricaturas, ciertamente más interesantes para los contemporáneos que para nosotros, ya que no percibimos algunas oscuras alusiones, claras entonces. Quedan vivos algunos retratos, en los cuales el realismo del autor, cómicamente acentuado o deformado al modo de Pulci, no pierde ni fuerza ni relieve. Los mejores y más punzantes son los retratos de algunos sacerdotes. Desfila primero el obispo de Fiésole, iluminado con dulce sonrisa cuando recuerda su copa, por la que siente una atracción mística de burlesco rey de Thule (v.). Digno compañero, es el párroco Arlotto (v.), famoso por sus burlas, temblorosa mole de grasa, que a todas horas trata de satisfacer una sed inapagable y al que el poeta supone fiel de un dios a propósito para sus gustos: «costui non si inginocchia al Sacramento, / quan- do si lleva, se non v’é buon vino / perché non crede che Iddio vi sia drento» [«éste no se arrodilla ante el Sacramento / cuando lo eleva, si no hay en él buen vino / porque no cree que Dios esté allá dentro»]. Sabrosísima es la aventura ocurrida a éste y a su compadre, que, ebrios, tomando un armario por una ventana, detuvieron a la noche, como Josué detuvo el día. Pero de todos, el mejor es el sacerdote que sufre recordando el «Sitio» [«Tengo sed»] de Jesús en la cruz: «y ha aprendido que el mayor suplicio / que sufrió en la tierra nuestro Salvador / fue cuando dijo: Sitio / «y parece que se abra y explote su corazón / si cuando predica ha de recordar aquel paso / porque le hace sufrir a él mismo aquel dolor» [«ed á imparato che il maggior supplizio, / che avesse in térra il nostro Salvatore, / fu quando in sulla croce ei disse: Sitio, / e par che se gli scoppi ed apra il core, / se predicando vien mai a quel passo / che mette se medesimo in quel dolore»]. Aquí, el beber se convierte en un motivo humano, hallando su pathos cómico en la mezcolanza de lo sacro y lo profano, con lo que la poesía queda saturada de boccaccesca malicia.
E. Rho