Los Bandos de Castilla o EL Caballero del Cisne, Ramón López Soler

Novela histórica, de Ramón López Soler (1806-1836), que apare­ció en 1830, en tres tomos, editados en Va­lencia por el impresor Cabrerizo. Pasa por ser una de las primeras narraciones espa­ñolas de imitación walterscottiana. El pro­pio autor en el prólogo de la obra — consi­derado por Díaz-Plaja como «el primer mani­fiesto romántico de la literatura española» — dice que con Los Bandos pretende «dar a conocer el estilo de Walter Scott y mani­festar que la historia de España ofrece pa­sajes tan bellos y propios para despertar la atención de los lectores como los de Es­cocia e Inglaterra. A fin de conseguir uno y otro intento hemos traducido al novelista escocés en muchos pasajes e imitándole en otros muchos». La acción transcurre en tiem­pos de don Juan II y don Alvaro de Luna, cuando Castilla estaba dividida en bandos enemigos. López Soler presenta a dos fami­lias en pugna, Pimenteles y Castromerines, enemigos los primeros del Condestable de Castilla, y partidarios los segundos. Don Ramiro de Pimentel, el Caballero del Cis­ne, está enamorado de doña Blanca de Castromerín, a la cual su padre pretende casar con don Pelayo, el hijo de don Alva­ro de Luna. La pareja femenina Lady Rowena-Rebeca, de Ivanhoe (v.), tiene aquí su correlato en la de doña Blanca y Matilde de Armengol, enamoradas ambas del Caba­llero del Cisne. Concluidas las guerras y habiendo sido ajusticiado don Alvaro de Luna en Valladolid, Ramiro se casa con Blanca, y Matilde ingresa en un convento. El relato — caracterizado por cierto anticastellanismo, por la exaltación de lo ara­gonés — ofrece algunas bellas descripciones paisajísticas, hechas con los tópicos román­ticos al uso: ruinas, nocturnos de pálida luna, castillos y conventos, etc. La ambientación histórica falla en algunos casos, sobre todo por anacronismos de lenguaje. Así, en el capítulo XI, el autor pone en boca de Arnaldo, hermano de Matilde, las siguien­tes palabras: «Por lo demás confieso fran­camente que prefiero las magníficas fuen­tes de Nápoles a esta mezquina cascada, a pesar de la situación romántica que le en­cuentra la carissima sorella».

M. Baquero Goyanes