Comedia en tres actos y en verso de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), escrita probablemente en 1632. Enrique, conquistador de mujeres, por cuenta propia y también en cierta manera como intermediario de un duque de Florencia, está enamorado de Lísida, pero antes de lograr ser correspondido, se ve obligado por delicadeza a no desairar el amor que le profesa la hermana de ésta, Cloris. Después de un viaje por España que da pretexto a Calderón para exaltar a Felipe IV por boca de un extranjero, Enrique se encuentra en una situación harto comprometida en el campo de sus amores. El duque corteja a una de las dos hermanas, no se sabe si a Lísida o a Cloris, mientras que Lísida busca el medio de hacer saber al galán que ha regresado, que también su corazón late por él. Una de las dos hermanas le ofrece como prenda de su amor una banda y la otra una flor, objetos que en la comedia no tienen la importancia que les otorga Ticknor, quien sin duda ha interpretado mal la intriga.
La clave del enredo está en el hecho de que Enrique, no sabiendo hacia cuál de las dos hermanas se dirige el deseo del duque, se ve obligado a llevar un astuto juego entre la que es amada por él y la que él finge amar, complicándose aún más la intriga cuando Enrique, dispuesto siempre a servir a su poderoso señor, se dedica a cortejar a Nise, prima de las dos hermanas. Cuando el duque, que amaba a Cloris, se entera de que ella está enamorada de Enrique, se venga de la mejor manera para su confidente, obligándole a casarse con Lísida. La vida galante de la España de Felipe IV (el situar la acción en otro país es sólo un gesto de respeto y en honor de la dinastía española) se encuentra representada en esta comedia con un poder de evocación que nada tiene que envidiar a la que debía dar Lope de Vega en Las bizarrías de Belisa (v.). Calderón llega a crear un nuevo mundo poético, realizando la poesía de la frivolidad en un tono admirablemente sostenido, que da al lenguaje de este mundo de príncipes y cortesanos el realismo eficaz de un símbolo concreto.
A. R. Ferrarin