Lógica de Port-Royal o Arte de Pensar, Antoine Arnauld

[Logique de Port-Royal ou Art de penser]. Obra filosófica de Antoine Arnauld, llamado el gran Arnauld (1612-1694) y de Pierre Nicole (1625-1695), miembros de la sociedad jansenista de Port-Royal. Fue en principio redactada para la educación del joven duque de Chevreuse y publicada en 1662. Forma un completo tratado de lógica dividida en cuatro partes: ideas, juicio y sus modalidades de expresión, razonamiento y sus reglas y, finalmente, verdadero mé­todo del conocimiento.

En la primera parte las ideas son examinadas según la natura­leza y el modo como se presentan a la mente del hombre, según la variedad de los objetos que se refieren a él y según su sencillez o su complejidad, su carácter uni­versal o particular. Fundamental elemento de certeza es — en la órbita de la filo­sofía cartesiana — distinguir la claridad y la oscuridad entre las diversas ideas. Tanto por un concepto como por imaginación, el espíritu conoce las ideas; ellas, además, proceden tanto de los sentidos como direc­tamente de Dios (innatismo). La sustancia, el modo y la sustancia modificada, forman tres categorías del conocimiento; a conti­nuación, con las diversas abstracciones y composiciones las ideas se dividen en sen­cillas y complejas, por lo cual, de una idea concreta, se pasa a ideas genéricas y, final­mente, a ideas generales. La falta de cla­ridad en la formulación de una idea la hace engañosa para la comprensión; con todo, es menester eliminar los errores y los prejuicios adquiridos en la infancia según una pedagogía falaz, y juzgarlo todo según la cultura adquirida. Una de las primeras necesidades, de una lógica entendida ver­daderamente como arte de pensar y no de disparatar es la de definir bien el valor de las expresiones; muchas disconformidades entre los doctos nacen de la confusión de las palabras.

En la segunda parte son estu­diadas las palabras en relación con las pro­posiciones y con todas sus modalidades. Toda definición debe ser clara y de valor universal. En la tercera parte se examina el silogismo y sus varias especies. A pesar de basarse sobre la tradicional formulación de este modo de considerar el pensamiento (según los extremos: premisa, medio y con­clusión) se pone en evidencia que, junto a la claridad del razonar y las formas secu­lares de la lógica occidental, hay que considerar el valor del buen sentido, luz natu­ral y guía primera para el conocimiento. Con mayor razón son despreciadas aquellas actividades (el amor propio, la envidia, la veleidad de litigiosas discusiones y la complacencia en las propias afirmaciones) que sostienen opiniones equivocadas contra el espíritu de verdad. Es importante la cuarta parte atribuida en su composición a Arnauld solo, y verdaderamente magistral por su formulación de los principios. El conoci­miento de las cosas obtenido mediante el espíritu nos proporciona verdadera cer­teza; estamos más seguros de él que de las cosas aprendidas sólo con los sentidos. Es menester distinguir el método de dos maneras: según el análisis se busca la ver­dad, y según la síntesis se la comunica a los demás.

Al acercarnos a la verdad y com­probar todos los modos posibles de conoci­miento se consigue evitar el error, y hacer cada vez más seguro el camino. El «arte de pensar» es esencial atributo del hombre; señala su camino en la historia hacia Dios, suprema realidad. Esta Lógica de Port Royal, fundamentalmente guiada por el es­píritu del Discurso del Método (v.) de Des­cartes, da testimonio del esfuerzo intelec­tual con que Arnauld y Nicole proporcio­naban a su fe religiosa una sustancial base filosófica rica en evidencia en todos los as­pectos. Por eso este libro es uno de los documentos más grandes de la vida espiri­tual del siglo XVII europeo.

C. Cordié