[Leggenda di Giuda]. Narración de un compilador anónimo del siglo XIV, publicada por A. D’Ancona en 1869. El trágico mito de Edipo (v.), al entrar a formar parte del heterogéneo tesoro legendario de la Edad Media a través de las adaptaciones de los compiladores en latín y en romance, acabó por coincidir con la historia del traidor de Cristo, a causa de la instintiva tendencia a la concentración de las culpas o de los méritos en tipos representativos del vicio o del valor humano.
La leyenda aparece por vez primera en la Vida de San Mateo de Jacobo de Vorágine (v. Leyenda áurea), de la que nuestra narración deriva directamente, y pasará a casi todas las literaturas europeas, aunque sin alcanzar gran popularidad en ninguna, quizás por la persistente conciencia de su origen literario. En ella se narra que un matrimonio de Jerusalén, Rubén y Ciborea, abandonó a las olas del mar a un hijo recién nacido porque en sueños habían sido advertidos de que aquel niño causaría la ruina de su pueblo. Éste fue a parar a la isla Iscariote, de donde viene el nombre de Judas Iscariote; educado por la reina del lugar, fue creciendo hasta que mató al hijo de su bienhechora, tras lo cual huyó a Jerusalén donde entró al servicio de Pilatos. Un día éste le ordenó que le trajese unas frutas y para obtenerlas, Judas mató al dueño del huerto, que era Rubén. Pilatos lo nombró heredero del muerto y lo casó con su viuda. Cuando Judas descubrió el parricidio y el incesto con el que se había manchado, para redimirse se hizo discípulo de Cristo; pero pronto se dedicó a robar el dinero que el Maestro le confiaba y finalmente, por codicia, lo traicionó. Al arrepentirse de ello se ahorcó, y su cuerpo reventó esparciendo por el suelo sus entrañas a fin de que el espíritu malvado no saliese por la boca que había besado a Cristo.
Es interesante la comparación de esta narración con la de la Leyenda de Vergogna (v.), que le es afín por su argumento, pero en la que la fe en la divina misericordia sustituye el sentido casi pagano de la inexorabilidad del hado que domina en ésta.
E. C. Valla