Es el tercer libro de la Biblia (v.) y forma parte del Pentateuco (v.) atribuido a Moisés. Contiene la colección complementaria de las leyes rituales. El nombre griego, de donde procede el latino Leviticus, indica el contenido del libro: las normas del ministerio levítico.
Es la continuación de la última parte del Éxodo (v.), en que, además del Decálogo, ley fundamental de todos los tiempos y de todos los pueblos, se dice que Moisés, recibió de Dios el libro de la Alianza y la ley del Tabernáculo. Después de haber dictado las normas para la ley del Tabernáculo, donde Dios debía estar siempre presente para su pueblo, era menester indicar lo que Israel había de hacer para hacerse digno de su continua presencia. La primera parte de este libro tiene por objeto lo que debe ser ofrecido a Dios que reside en medio de los hijos de Israel; es decir, los sacrificios. La legislación de los sacrificios (I, 1-X, 28) puede ser reunida en estos títulos; holocaustos y oblaciones; los ritos de lo sacrificios; consagración de los sacerdotes; castigo de los hijos de Aarón por infracción a las leyes rituales.
La segunda parte trata de las impurezas, y las purificaciones legales; animales puros e impuros, impureza de la puérpera, de los leprosos, y su correspondiente purificación, impureza del hombre y de la mujer (XI, 1-XVIII, 30); otros capítulos establecen penas para diversos delitos, proclaman la necesaria santidad de los sacerdotes (XX, 1-XXII, 33). La tercera parte (XXIII, 1- XXVII, 34) indica las diversas solemnidades. Pascua, Pentecostés, Expiación, Tabernáculos, establece algunas prescripciones litúrgicas y prescribe las condiciones que han de observarse en el año sabático y en el año jubilar, y las relativas a los votos y a los diezmos. El Levítico — aparte su valor de libro revelado — es fundamentalmente importante para el estudio del hebraísmo en su aspecto religioso y moral.
G. Boson