[Li fiho d’Avignoun]. Es el segundo volumen de poesías del poeta provenzal Théodore Aubanel (1829-1886), publicado en 1885, quince años después del melancólico libro La granada entreabierta (v.). El poeta ya está curado de su largo y desesperado amor, ha formado una familia, ha continuado serenamente su obra, confortado por el aplauso de su patria y el calor de la amistad; ahora, cerca del ocaso, dirige una alegre mirada hacia su tierra de Pro venza, el encantado país regado por el Ródano, donde la clara luna y el sol de fuego vierten sus mágicos efluvios; esta tierra del amor y de la alegría, que tantos gloriosos recuerdos conserva en sus antiguas ciudades.
Las muchachas de Aviñón, con sus rostros frescos, sus ojos atrevidos, sus cabellos negros y labios encendidos, son la imagen de la eterna juventud de Provenza; así como es su símbolo la Venus de Arlés, la magnífica estatua donde triunfa la belleza antigua, a la que el poeta eleva su himno. El amor y la belleza son cantados en este libro con toques delicados y centelleantes, con un ímpetu lírico casi pagano: «Levanto mi copa. Gozo, al besar el vino, brindando a la gracia divina de las mujeres bellas y enamoradas. El vino alegra el espíritu, el amor embellece las almas: bebo a la belleza y al amor». Bien lejos están sus trágicas melancolías de la juventud. Pero esta exaltación de la belleza no carece de un sentido alegremente religioso de la vida; para el autor la religión de los padres tomó y sublimó lo mejor de la religión antigua, y alegremente vivifica las memorias y las fiestas tradicionales de su tierra.
Tal entusiasta inspiración encontró su directa expresión, voluptuosamente matizada, en versos de timbre lleno, en acentos de magnífica precisión, por los que Aubanel fue juzgado como el mayor poeta lírico del «felibrige» (es decir, la escuela de los nuevos trovadores).
M. Bonfantini