[Les précieuses ridicules]. Comedia en un acto y en prosa de Molière (Jean-Baptiste Poquelin, 1622-1673), representada en 1659. Gorgibus, un buen burgués de provincia que llega a París, tiene una hija, Magdelon, y una sobrina, Cathos, a las que quisiera casar con dos gentileshombres, La Grange y De Croisy; pero ellas los rechazan, por no ser bastante refinados y no seguir la moda en las cosas del espíritu.
Los dos mandan a sus criados, Mascarille y Jodelet, que se presentan el uno como marqués y el otro como vizconde, a que las entretengan con las más ridículas y afectadas exageraciones galantes y preciosistas. Ellas quedan encantadas, hasta que llegan sus dueños, que los echan a palos. Es su alegre venganza, y una amarga lección para las dos tontas «preciosas». A pesar de la exageración caricaturesca, es una comedia rica en sentido y sal. El autor hace la sátira del «preciosismo» en una grotesca exageración provinciana, pero alcanza también la misma esencia de la afectación elegante, que desterraba la naturalidad tanto de la expresión como del sentimiento.
Es ya el espíritu del clasicismo francés en pro de la verdad, de la naturalidad, contra todo lo que puede desfigurarlas. Dícese que en la primera representación un espectador gritó: «Bravo, Molière, he aquí la verdadera comedia». [Trad. española de Julio Gómez de la Sema en Obras completas (Madrid, 1950)].
V. Lugli
Conozco y amo a Molière desde mi juventud, y durante toda mi vida he tenido que aprender de él. (Goethe)
Las preciosas no son más que una farsa, pero de ella nació la comedia de carácter. Además de ser la sátira de un aspecto ridículo del siglo XVII, descubre estados de ánimo y de espíritu que son también de nuestros tiempos. (Lanson)
Lo que impresiona de Las preciosas al principio es la novedad del acento y la sólida unión entre la risa y el pensamiento. Aquí Molière encontró aquel estilo cómico que más tarde no pudo más que graduar y enriquecer. (Fernandez)
* Tres óperas se sacaron de esta comedia: la primera, de Paul Mériel (1818-1897), Tolosa, 1854; la segunda, de Felice Lattuada (nacido en 1882), Milán, 1928; la tercera, de Zich Otakar (nac. en 1879); todas ellas se titulan Las preciosas ridículas.