[The Taming of the Shrew]. Comedia en cinco actos, en verso y prosa, de William Shakespeare (1564-1616), escrita en 1593-1594, representada en 1594 y publicada en el infolio de 1623. Está basada en una comedia precedente de título ligeramente distinto: Una fierecilla domada [The Taming of a Shrew]; Shakespeare se sirvió de un colaborador, que para la intriga secundaria recurrió a la fuente de los Supuestos (v.) de Ludovico Ariosto y a su versión inglesa, Supposes (1566) de George Gascoigne (1525?- 1577). Se asignaron a Shakespeare el Prólogo («Induction»); el acto II, esc. 1, vv. 1-38, 115-326; acto III, esc. 2, vv. 1-129, 151-254; acto IV, eses. 1, 3, 5; acto V, esc. 2, vv. 1-181; probablemente colaboró también a la esc. 2 del acto I, w. 1-116; en conjunto cerca de las tres quintas partes del drama, con todas las escenas relativas a Sly y a la trama Petruchio-Katharina. El colaborador escribió la escena del cortejamiento de Bianca; es menos vigoroso que Shakespeare, aunque bastante capaz. No se le ha podido identificar con plausible aproximación: se han citado los nombres de Thomas Lodge (1558?-1625), de Robert Greene (1558-1592), y de George Chapman (1559- 1634), pero sin fundamento seguro.
Precede al drama un prólogo en el que un calderero, Cristóbal (Christopher) Sly, es recogido borracho por un señor que vuelve de una cacería, ante una hostería en pleno campo. Sly (v.) es llevado al castillo y le hacen la broma de tratarle, cuando despierta, como si fuese un caballero que, después de largo tiempo, ha recobrado el uso de la razón. Surge una situación extremadamente curiosa, que hubiese merecido un desarrollo distinto del que recibió: Sly es obligado a escuchar un drama representado especialmente para él, por una compañía de faranduleros; este drama es precisamente La fierecilla domada. A los pocos versos y hacia el final de la primera escena del primer acto, Sly y los personajes del prólogo desaparecen. Gremio y Hortensio cortejan a Blanca (Bianca), hija menor de Bautista (Baptista) Minóla, rico señor de Padua; pero habiendo decidido éste que su hija segunda se case sólo cuando se haya encontrado marido a la mayor, Catalina (Katharina, v.), muchacha intratable, los pretendientes a la mano de Blanca se reúnen para encontrar a la persona adecuada. Ésta se descubre en Petruchio (v.) (grafía inglesa para dar la pronunciación italiana de Petruccio), noble de Verona, perspicaz e imperturbable. Mientras él corteja a Catalina, Hortensio y Lucencio (Lucentio), hijo de Vicente (Vincentio), rico mercader de Pisa, uniéndose al grupo de los enamorados de Blanca, se introducen en casa de Bautista disfrazados de maestros de la doncella; entretanto, el papel de Lucencio, estudiante en Padua, está defendido por su astuto criado Tranio.
Petruccio hace el amor a la fierecilla fingiendo que la encuentra tanto más dulce y amable cuanto más ella le maltrata; consigue luego llevarla al altar, y tanto en la ceremonia nupcial, como en casa del suegro o en la suya, somete a Catalina a humillaciones y desaires, la priva de comida y de sueño, fingiendo que los alimentos no son dignos de ella y que la cama está mal hecha, le impide que se vista elegantemente apaleando al sastre y al sombrerero y rechazando sus exquisitos adornos, le obliga a aceptar y repetir sus más absurdas afirmaciones (por ejemplo, que el claro de luna es el brillo del sol, que es por la mañana cuando es por la tarde, etc.); por fin la vuelve a llevar completamente domada a casa de su padre. Blanca es conquistada por Lucencio, mientras el falso Lucencio, Tranio, vence a los demás aspirantes ante el padre de Blanca prometiendo las arras más ricas y haciéndolas garantizar por un pedante, al cual, con el pretexto de un imaginario peligro, le hacen poner las ropas de Vicente. Cuando llega el verdadero Vicente se produce una serie dramáticamente grotesca de equívocos, que al fin se resuelven felizmente. Hortensio se casa con una viuda. En el banquete final de las parejas (Petruccio-Catalina, Lucrecio-Blanca, Hortensio-viuda), los esposos apuestan cuál de sus mujeres será la más dócil, y Petruchio gana la apuesta.
La Fierecilla domada termina con un discurso sobre la obediencia debida a los maridos. El drama, a los motivos vulgares arrancados de la comedia italiana del siglo XVI y, a través de ella, del teatro latino, añade la fresca invención de la doma de la fierecilla donde la misoginia medieval (Jean de Meung, Eustache Deschamps, etc.)» se agudiza en caracterización psicológica. La comedia, que en ningún punto adquiere la antidramática verborrea del teatro italiano del XVI, conserva aún hoy su lozanía y es una de las obras más frecuentemente representadas de Shakespeare. Farsa bien lograda, no es, sin embargo, más que una farsa, aunque tenga motivos que hubiesen podido llevarla a desarrollos más complejos: como el de Sly, recogido en nuestro tiempo por Gerhard Hauptmann en Schluck und Jau (1900) y por Giovacchino Forzano (Sly); pero el tema central, la sumisión de la mujer a la voluntad masculina, es de los que divertirán siempre al público, eterno como los proverbios. La farsa ha inspirado un cuadro de Eduard von Grützner (1846-1925).
M. Praz
* La comedia de Shakespeare dió el tema al músico alemán Hermann Gótze (1840- 1876) para la ópera La fierecilla domada [Der Widerspenstigen Zahmung], considerada su mejor obra, y representada en Mannheim en 1874. Una inspiración más libre extrajo de la misma obra Johan Wagenaar (n. 1862) para la obertura del mismo título, estrenada en 1909.