[La virtü de Checchina]. Narración de Matilde Serao (1856-1927), publicada en 1884, matizada de una ironía rápida y viva y de un leve escepticismo en cuanto a la creída honestidad femenina, que a veces resulta milagrosamente ilesa entre las maquinaciones del pecado. En la novela de Matilde Serao, la mujer es casi siempre una heroína contrapuesta a la animalidad del hombre.
En esta obra el hombre — el rico marqués de Aragón — es sólo un seductor y elegante tentador, que nada hace para merecer los vituperios y el desdén de Checchina, mujer del doctor Primecerio; y, si ésta se dispone a pecar, ello ocurre por la excesiva simpleza del marido, que favorece aquella amistad. La parte más viva de la narración describe la preocupación de Checchina — que ha aceptado Una cita — para ser digna de la estimación que de ella hace el marqués, y su expectación temblorosa. Pero algunos incidentes la entretienen en casa: buscar el sombrero que no se encuentra, la inoportuna visita de la lavandera; y, precisamente cuando se cree libre, el encuentro por la calle con una amiga impertinente. El último inconveniente: el odioso portero del palacio del marqués, parado en el umbral con su pipa, y que, lleno de curiosidad, no la pierde de vista. Así se salva la virtud de la mujer. Pero se halla ya demasiado comprometida para pasar por mujer fuerte.
La escritora se divierte agitando la imaginación de Checchina, describiendo la agradable embriaguez y el miedo al pecado, señalando los aspectos más amables, pero también más ridículamente burgueses de su coquetería, haciéndola desesperar, cuando ya la decisión está tomada y la virtud del alma ha caído, ante aquellos vulgares inconvenientes. No es un drama, porque el tono no lo consiente; pero ofrece la sonrisa amarga que envilece a la frágil humanidad, quitando al mal la grandeza, único rasgo capaz de excusarlo.
G. Marzot
El elemento de reflexión, y el otro que pudiera llamarse de cultura, es en la Serao casi nulo; y es débil y sin espontaneidad lo que en otros artistas proviene de la aspiración y del sueño de una vida que sobrepase la realidad ordinaria. Ella es únicamente observación realista y sentimiento; o mejor, observación movida por el sentimiento. (B. Croce)