La Villana de Lamporecchio, Luigi del Buono

[La villana di Lamporecchio ossia La riunione dei pazzi cervelli]. Farsa en dos actos de Luigi del Buono (1751-1832), compuesta en los últimos tiempos de su vida por el crea­dor de la figura de Stenterello. La protago­nista es Dorotea, «aldeana fanática de las ciencias» y muchacha vana y ambiciosa que imagina, sin ningún fundamento, ser la heredera de su amo.

Con todo, se la tiene por un buen partido y no le faltan adora­dores, entre los cuales figura inclusive un fingido marqués, el cual aspira a su pre­sunto patrimonio. En el momento en que Dorotea está a punto de escoger un marido entre tantos pretendientes, llega la noticia de que los herederos legítimos han reivindicado la herencia; de manera que ella deberá vol­verse a sus campos sin marido y sin dinero. La originalidad de esta farsa consiste en la extravagancia del lenguaje de los diversos personajes; Dorotea ensarta disparates en una jerga imaginaria, análoga a la de su adorador Mercurio, que habla en arcádico, y otro, Scivoli, que habla en heptasílabos esdrújulos, y un tercero, Bisticcio, que se expresa por juegos de palabras. En cuanto al «marqués», criado que ha huido del pue­blo, habla sencillamente como quien es, sin embrollos. Un quinto pretendiente, hombre sincero y sensato, cree, encontrándose en­tre aquéllos, que ha ido a parar a un ma­nicomio; en efecto, hasta la camarera sirve bailando y habla cantando.

La gran popula­ridad de esta farsa en Toscana fue, sobre todo, debida a la evidente caricatura de todas las ostentaciones de lenguaje usadas en los diversos ambientes literarios, mun­danos y aun campesinos. Bisticcio, por ejemplo, renueva las más envejecidas bu­fonadas de las «máscaras» clásicas apro­vechando el efecto de las asonancias y aliteraciones sin sentido, que reflejan las retahilas del «pedante» y los remilgos de los «amorosi», e insiste en el juego de pa­labras característico de la figura de Sten­terello, que fue precisamente creada por Del Buono y que pertenece a la última genera­ción de las «máscaras» italianas.

M. Ferrigni