[La vie des formes]. Obra del historiador del arte Henri Focillon (1881-1943), publicada en 1934. En esta obra capital, Focillon realiza una síntesis entre la herencia de la escuela histórica y los descubrimientos bergsonianos sobre la evolución del «élan vital», aplicados a la estética.
El autor se desprende felizmente de toda concepción a priori, y su método parte de la obra de arte, concebida como dato único de la experiencia: separa sus elementos esenciales y esboza una explicación psicológica. Rechazando la oposición escolar entre «fondo» y «forma», se identifica con el pensamiento mismo del artista, consistiendo el arte, en efecto, principalmente, en el esfuerzo de expresión concreta. El estudio de las formas es inseparable del estudio de los estilos, de donde pueden sacarse algunas fases esenciales: experimental, clásico, refinamiento, barroco. Esta sola comprobación bastaría para probar que existe un mundo de las formas, autónomo, con su evolución propia, que puede ser objeto de descripción. En un segundo capítulo Focillon estudia las formas por el espacio: la forma decorativa, elemental; la forma arquitectónica, «molde hueco», que crea a la vez un objeto en el espacio y un nuevo espacio, interior; la forma escultórica; y finalmente la forma pictórica, que envuelve un espacio completo, pero ilusorio. La forma, por otra parte, es absolutamente inseparable de la materia, y esto es objeto del tercer capítulo: si la forma modifica la materia, es también a su vez afectada por ella.
Cada materia posee, en efecto, una «vocación formal», es decir, una disposición intrínseca para recibir tal o cual forma: y de aquí la importancia decisiva de la técnica. El cuarto capítulo estudia las formas en el espíritu: la tesis de Focillon quiere que las concepciones del artista se fundan completamente con las formas de la obra de arte: la forma no es «la alegoría o el símbolo del sentimiento, sino su propia actividad». Finalmente, en el último capítulo, que estudia las formas en el tiempo, Focillon sigue de nuevo, pero de una manera muy flexible, la noción bergsoniana de evolución: ya el estudio de las formas en sus diferentes relaciones ha podido mostrar ,1a diversidad de factores que influyen en su vida.
Es imposible, como se hizo a finales del siglo XIX, reducir esta evolución, ya sea a la raza, ya al ambiente. El ambiente, la raza, pero también la historia, la vida política, las afinidades personales, en fin, la vida propia de las formas, determinan su desarrollo, que jamás será sistemático: «La historia — escribe Focillon — es generalmente una confluencia de precocidades, de actualidades, de retrasos». Este libro, en el que debe admirarse el estilo, que es de una gran claridad, resume todas las enseñanzas de su autor y marca una fecha importante en la historia del arte contemporáneo.