[La Venus d’Ille]. Narración de Prosper Mérimée (1803-1870), publicada en 1837. En lile (Pirineos Orientales), un apasionado enamorado de la antigüedad encuentra en un terreno de su propiedad una bellísima Venus de cobre.
La conserva con orgullo, aunque la estatua tenga un aspecto pobre, y la gente sienta por ella miedo como a un ídolo maligno. El hijo del señor, un jovenzuelo insignificante, magnífico jugador de pelota, está a punto de casarse; el día de la boda, por la mañana, se le induce a intervenir en una partida con los aldeanos, contra algunos españoles, y como le estorba el grueso anillo de diamantes que debe entregar a la esposa, se lo quita y lo introduce en el anular de la estatua, que está en su jardín, próximo al campo de juego del pueblo. Terminada, la partida, olvida el anillo y ha de ofrecer otro más ínfimo, que por fortuna lleva consigo. Vuelto a casa con su mujer, va a retirar su rico anillo, pero la estatua lo impide cerrando el dedo.
El joven, presa de gran terror, cree estar hechizado. Vuelve a la estancia en busca de su mujer, pero la estatua le ha precedido, le recibe en el tálamo y le abraza hasta ahogarlo. Venus ha querido al esposo que la había unido a sí con el anillo. La mujer, que lo ha visto todo, enloquece. Es ésta una de las obras maestras de Mérimée, con su acostumbrada técnica perfecta, adaptada a un asunto poco corriente. Comienza como un bosquejo aldeano, lleno de color meridional, especialmente en la fiesta nupcial, que se matiza con la figura del señor provinciano apasionado por la arqueología, y sus discusiones eruditas; después se enardece, y llega insensiblemente a un horror digno de Poe.
V. Lugli