La Serrana de la Vera, Lope de Vega

Comedia en tres actos del gran poeta y dramaturgo español Lope de Vega (1562-1635). Aparece citada en la primera lista de El Peregrino en su patria (v.), y por tanto debe ser an­terior a 1603. Apareció impresa en la Parte séptima del teatro de Lope en Madrid en 1617 y fue reimpresa el mismo año en Bar­celona. El asunto de esta obra está inspirado en una leyenda extremeña, cuyo texto com­pleto fue recogido en Amenidades, floresta y recreos de la provincia de la Vera Alta y Baja, en la Extremadura. Según Menéndez Pelayo, que en sus Estudios sobre el teatro de Lope de Vega nos ofrece un magnífico estudio de esta obra, se conser­van aún algunos testimonios orales de esta tradición, y en Amenidades, floresta y re­creos… aparte de ofrecérsenos el texto de esta leyenda (el de una doncella a la cual sus padres no permiten que se case con el joven a quien ama, por lo que decide habi­tar en los montes, y una vez allí se dedica al ejercicio de la caza y a engañar a los caminantes y matarlos) se recogen dos va­riantes de un romance. El origen de estos romances y de estas leyendas debió de ser, según Menéndez Pelayo, serranillas al estilo del Arcipreste, muy semejante a la forma que aparece en el tercer acto de esta obra: «Salteóme la Serrana / junto al pie de la cabaña. / La Serrana de la Vera, / ojigarza, rubia y blanca, / que un roble a brazos arranca, / tan hermosa como ñera, / vi­niendo de Talavera / me salteó en la mon­taña, / junto al pie de la cabaña».

Lope sitúa la acción en tiempos de Carlos I y nos presenta una serrana de familia noble. Tanto la leyenda como las versiones dra­máticas y poéticas esconden el nombre de la heroína, mientras que, por otra parte, algunas veces dan el nombre del novio por el cual la doncella se hizo serrana. Este fenómeno y el hecho de que en la obra de Lope se afirma que era «sobrino de un obispo», llevó a Menéndez Pelayo y a otros investigadores a dar con el nombre autén­tico de la dama, que «en el concepto» de Lope de Vega fue doña María de Zúñiga, hija natural del segundo conde de Béjar. La obra de Lope está llena de episodios, amoríos, celos, artificios teatrales, etc. Lope prescinde de lo brutal de la leyenda y nos presenta una serrana que, aunque bravía y dura, no por esto deja de ser pura y casta. La obra incluso tiene un final feliz, pues el novio se arrepiente y marcha tam­bién al monte y casa al fin con ella.

*    El tema de la Serrana de la Vera tentó también a otro dramaturgo español, Luis Vélez de Guevara (1579-1644), que escribió una comedia del mismo título, fechada en Valladolid en 1603. El autor, a fin de evitar la imitación de Lope, cambió algunos ele­mentos y situaciones: empieza por situar la acción en tiempos de los Reyes Católi­cos; en lugar de noble, como Lope, la hace villana; incluso en la misma presentación del tipo («vestida a lo serrano, de mujer, con sayuelo y muchas patenas, el cabello tendido, y una montera con plumas, y un cuchillo de monte al lado; botín argentado y puesta una escopeta debajo del capara­zón del caballo») difiere de la del Fénix de los Ingenios. El problema dramático está planteado desde un punto de vista villano y es muy semejante a El Alcalde de Za­lamea (v.). La villana se tira aquí al monte debido a que el capitán don Lucas de Car­vajal, alojado en su casa, bajo promesa de matrimonio la ha seducido y luego aban­donado. Como ha advertido Menéndez Pe- layo, si la reacción de la serrana de Gue­vara es, por una parte, más lógica que la de Lope, por otra, carece de aquel impulso bárbaro que caracterizaba a la primera. Así, pues, como advierte el gran polígrafo, el personaje central pierde carácter y la obra se convierte en una de tantas come­dias de amor y honor, si bien de gran ca­lidad dramática, pues posee momentos de una tensión extraordinaria, como por ejem­plo, en el final, el momento del encuentro de Gila — que así se llama la serrana — y don Lucas. Finalmente, los cuadrilleros de la Santa Hermandad la cogen presa.

*    Este tema fue trasladado «a lo divino» por José de Valdivielso (15609-1638) bajo el título La Serrana de Plasencia, publi­cado en Doze Actos Sacramentales y dos comedias divinas, Toledo, 1622, y reimpre­sa en el tomo de Autos Sacramentales (v.) de Valdivielso de la biblioteca de Rivadeneyra. El novio se ha convertido en el Es­poso divino, que ronda la mansión de la se­rrana, que no es otra sino el alma corrom­pida por los vicios; la salva, y acaba dándole de comer su Cuerpo y su Sangre. Val­divielso, aparte de conocer los romances que difundían estas leyendas, parece haberse inspirado en la obra de Vélez de Gueva­ra. Menéndez Pelayo, hablando de este auto al tratar del tema en el estudio de Lope, la califica de «desatinada obra».

*    El mismo tema se halla también inter­pretado «a lo divino» en un auto de Navi­dad, La Serrana Bandolera, obra, según pa­recer de Menéndez Pelayo, de la segunda mitad del siglo XVII. Entre los personajes del Nacimiento aparecen mezclados los de la intriga dramática, Belisa, la serrana, Dorindo, Flora, etc. Los episodios entre Belisa y Dorindo quedan interrumpidos en el pri­mer acto para dar lugar al episodio del Nacimiento. La acción no se anuda hasta el ‘ segundo acto, en que vuelven a aparecer los personajes campestres. Por la montaña pasan la Virgen y San José, a quienes la Serrana respeta. Tras una serie de sucesos, el Diablo reclama el alma de Belisa, pero ella invoca piedad y aparece un ángel a defenderla. En esto se descubre el portal de Belén y Belisa obtiene el perdón y Do- rindo los ojos que Belisa le había sacado. Se trata de una obra sumamente irregular, si bien, como ha notado Menéndez Pelayo, en el carácter de la protagonista y en al­gunas escenas parece que haya un recuerdo de El Esclavo del Demonio (v.) y de La Fianza satisfecha (v.).