Novela del periodista y narrador español José Ortega Munilla (1856-1922). Leonarda y Luisa son hermanas que se aman entrañablemente; la primera es hermosa, sana, fuerte y decidida, siempre dispuesta a cederlo todo ante su hermana, que es débil, enfermiza y tierna. Sin madre desde pequeñas, y sin padre desde muy jóvenes, Leonarda rige para las dos aquella hermosísima hacienda situada en lugar maravilloso.
Cuando conocen en Sevilla (adonde fueron a pasar unos días) al joven y arrogante Lorenzo, ambas se enamoran de él; pero Leonarda, al conocer el amor de Luisa por el muchacho, cede su sentimiento para que ella se case con él. Después de la boda, el matrimonio se instala en Madrid y allí tienen dos hijitos, niño y niña, sin que jamás Leonarda acceda a pasar con ellos ni un solo día. Una gravísima enfermedad del corazón lleva a Luisa a La Cisniega con la ilusión de reponerse, y Leonarda la acoge, como a sus hijos, amorosamente. Después de un considerable retraso llega Lorenzo a pasar unos días con su familia, y descubre a su cuñada que debe batirse con un diplomático por causa de una mujer — amante de alguno de los dos—, y que para despedirse de sus deudos (sin que ellos lo sepan), por si muere en el encuentro, ha hecho este viaje tan breve. Leonarda siente reavivarse su viejo y sometido amor. Cuando Lorenzo se va, Luisa empeora mucho y en uno de sus malos momentos pide a su hermana que le conceda un favor inmenso si ella muere, para bien de los huerfanitos. Leonarda promete sin saber qué promete, pues su angustia ante la agonía de su hermana es inmensa. Vuelve Lorenzo, sano y salvo, y su esposa le pide también otra promesa: él da su conformidad a lo que sea, y entonces Luisa le suplica que se case con su hermana para que los hijos no tengan madrastra, ya que Leonarda los amará y cuidará como una madre.
Promete el marido, y entonces la enferma revela sus designios a su hermana, que por poco se desmaya al oírlos. Su reacción negativa hace temer a Luisa que su hermana y su marido se odien y ya todo su empeño es unirlos afectuosamente para cuando ella haya muerto. Tienen una explicación Lorenzo y Leonarda, en la cual ella niega su conformidad al proyecto. Pero al pasar algunos días, y fijarse él en ella, y sentirle ésta nuevamente cerca, estalla el amor y los une en un beso. La enferma, que los ha sorprendido poco antes mirándose sin darse cuenta, y que siente celos horribles de la situación que ella misma ha provocado, se levanta de su sillón y llega a tiempo de verlos besarse. Se desploma, fulminada, en el suelo. Acuden los infelices amantes, y mientras Lorenzo lleva el cadáver de su esposa al lecho, Leonarda se arroja, desesperada, a la enorme laguna de la Cisniega, en donde — según voz popular— hay cisnes negros… Su cadáver es rescatado por el tío Max, un buen hombre algo perturbado con el poema de Homero, que vive con las sobrinas en calidad de administrador.
C. Conde