[Regula monasteriorum]. Obra de importancia capital y decisiva para el desenvolvimiento del monacato en Occidente, de vasta influencia sobre la producción literaria medieval y de vivo interés por la tradición de su texto y por la peculiaridad de su lengua; fue compuesta por San Benito de Nursia (480-547) durante largos años.
Recogiendo ampliamente la materia de numerosísimos escritos concernientes a los preceptos de la vida monástica, esta obra viene a constituir, por decirlo así, la redacción y codificación oficial, la coordinación eficacísima, por parte de la Iglesia, de la actividad independiente cenobítica, para salvaguardia del patrimonio de la—fe en una época de turbulencia y transición. La suave gravedad romana de la Regla de San Benito fue realmente destinada a dominar sobre todas las demás instituciones monásticas del mundo latino, así como sobre la rígida disciplina irlandesa; a convertirse, en suma, según el explícito deseo del Santo y el título que le puso el papa Pelagio I, en «Regla de los monasterios», la norma universal de todo cenobio.
La armonía de la discreción, peculiar en San Benito, y su adaptación vigilante a las necesidades de aquel tiempo lograron adaptar el severo y contemplativo monacato oriental al espíritu activo y conquistador del Occidente romano, con el fin de poder consagrar a «Cristo Señor, verdadero Rey», en la catástrofe del imperio terreno, el nuevo soldado, «el obrero que Él buscaba entre la muchedumbre del pueblo», a la fundación del imperio celestial infinito que irradiaba todavía de Roma. Y la «Regla Santa» se propone concretamente, bajo la guía del Evangelio, «constituir la escuela del servicio divino», donde «se ora y se trabaja», donde el abad es «el maestro y el padre piadoso», donde cada uno se siente únicamente «obrero de Dios» en el doble servicio «de enmendar los vicios y de conservar la caridad», «de participar, mediante la paciencia, en la Pasión de Cristo, para lograr ser partícipe de su reino», «en una inenarrable dulzura de amor».
Escrita para hombres aislados, la Regla «va dirigida a cualquiera que, renunciando a la propia voluntad, tome las fuertes y fúlgidas armas de la obediencia, deseoso de militar al servicio de Cristo Señor, verdadero Rey». Va precedida de un prólogo en el que claramente se expone el altísimo programa ascético del Santo. Comprende, con una acabada concisión, setenta y tres capítulos, escritos en un tono evangélicamente solemne, autoritario, reformador y, a la vez, benévolo, suave y humano, entre los cuales algunos, más exquisitamente espirituales, alcanzan a veces la sublimidad de la mística.
G. Billonovich