La Gaviota, Antón Chejov

[cajka]. Drama en cuatro actos de Antón Chejov (Antón Pavlovic Cechov, 18601904), representado en Moscú en 1896, y su primer éxito teatral. La Ga­viota representa una innovación en el tea­tro dramático ruso: la fusión del drama burgués occidental con el simbolista escan­dinavo de Ibsen y de Stridberg. Resulta una forma teatral realista y poética al mismo tiempo: la realidad cotidiana vista con los ojos de un poeta profundamente humano. Los protagonistas de La Gaviota son senci­llos y melancólicos; aun cuando parecen amar, esperar u odiar, diríase que saben ya que todo ello es sólo ilusión.

Costantino, hijo de una célebre actriz, quiere ser es­critor para alcanzar la gloria y con ella la mano de su vecina Nina. En pleno campo ha sido montado un escenario y Costantino quiere representar una obra suya, pero su madre, Irene Arkadina, con sus inoportu­nos comentarios, interrumpe la representa­ción. A raíz de este fracaso, Nina, que tam­bién aspira a los laureles artísticos, se aleja de Costantino y acaba por marcharse a Moscú con Trigorin, literato de moda y antiguo amigo de Irene Arkadina. Así como Costantino mata por recreo a una gaviota que volaba sobre el lago, Trigorin matará moralmente a Nina por recreo, seduciéndola y abandonándola poco después e hiriendo de muerte a Costantino, el cual, no pudiendo tener a Nina, aún enamorada de Trigo­rin, y sin confianza en su propio talento artístico, se suicida. Como en todas las obras de Chejov, estos personajes están atormentados por grandes ideas despropor­cionadas con sus fuerzas (Nina, Costantino) o, alcanzando el éxito en la vida, están asi­mismo afligidos por la sensación de su pro­pia inutilidad, e inducidos a buscar refugio en las pequeñas satisfacciones que ofrecen al cuerpo y al alma la riqueza y la estima­ción del prójimo (Trigorin).

Estas figuras de la obra de Chejov son representativas de la Rusia de fines del siglo XIX, inquieta y siempre deseosa de novedades, pero abú­lica y radicalmente incapaz de perseverar en el camino que podría conducirla a la realización de sus anhelos; obsesionada por grandes ideales, pero convencida de que, a semejanza de la gaviota, libre voladora, está fatalmente destinada a ser destruida sin razón aparente. La gaviota fue esco­gida como emblema del nuevo Teatro Ar­tístico entonces en construcción en Moscú.

G. Kraisky