[Gavarni: l’homme et l’œuvre]. Estudio crítico de Edmond (1822-1896) y Jules (1830- 1870) de Goncourt, publicado en 1870 y, con nuevas adiciones, en 1879.
La figura del dibujante y caricaturista — Sulpice-Guillaume Chevallier, célebre bajo el nombre de Gavarni (1804-1866) — está vista en toda su complejidad psicológica y reconstruida con el minucioso cuidado característico de ambos escritores naturalistas. Gavarni es un gran pintor de costumbres; los recuerdos de sus amigos lo revelan a Francia a través de numerosos inéditos, notas de diario sutiles y precisas. Amores fugaces y duraderos se entrelazan en la febril existencia del artista, que se cree llamado a realizar una verdadera interpretación de su época; en un torbellino de ideas y de afectos, Gavarni fija la mirada en la vanidad de su tiempo, descubre todas las hipocresías, combate a la nobleza y al clero, se burla con supremo desprecio de toda la miseria del mundo. Igual que Balzac, goza y sufre en su «comedia humana»; París es su mundo y en sus ilustraciones de libros, en sus descripciones y en sus apuntes para los periódicos, el mismo juicio áspero y desapasionado aletea sobre su vastísima obra de artista. Gavarni es el prodigioso creador de diez mil obras, especie de juicio universal en el que no se perdona a nadie: desde la feroz caricatura de Carlos X, a los últimos actos de una Francia feudo de Napoleón III. No obstante, en su febril actividad como hombre de mundo y como artista, Gavarni, como Balzac, se encierra en el desdén hacia la masa y la vulgaridad, y encuentra la paz en sus cálculos matemáticos y en su cariño a un solitario jardín. Con un triste saludo al mundo concluye su existencia de artista, descontento y apasionado como todos los genios. Queda su obra para documentar, con su sueño creador, la vida íntima de su época.
El estudio de los hermanos Goncourt, acrecentado por Edmond con el diario del artista del año 1833 y con otras notas, ha contribuido a la consagración de un maestro del arte que, fuera del academicismo, se inspira directamente en la vida.
C. Cordié