Comedia en un acto y dos cuadros de Jacinto Benavente (1886-1954), estrenada en el Teatro Lara el 10 de noviembre de 1908. De idilio eminentemente cristiano fue calificado por la crítica, y, en efecto, con una enorme ternura, Nell, la equilibrista del circo a que pertenece Fred, el trapecista y saltarín prodigioso, decide abandonar a sus compañeros cuando Fred, víctima de un accidente que le ha dejado cojo, debe quedarse en el hospital mientras el circo (con sus personajes fabulosos, sus querellas y sus pasiones) levanta el campo para seguir su ruta.
Entre los camaradas de Fred y de Nell están Hugo y Bob, enamorados de Nell y dispuestos a conquistarla. Hugo, incluso, conquistó el derecho a ser considerado como pretendiente riñendo de modo feroz, por la fuerza bruta, con Fred, cuando éste era fuerte y estaba sano. Y ahora se las promete muy felices porque Fred, inútil, se queda en el hospital mientras el circo sigue su vida ambulante. Pero Nell ama con todo .su corazón a Fred, y conquista la voluntad del buen Bob, amaestrador de perros y enamorado suyo también, para que se una a ella y se separen ambos del circo y constituyan una entidad independiente, con Fred, para trabajar solos en las ferias. Bob, compadecido y lleno de amor, asiente. Después de una conmovedora despedida de todos los componentes del circo, que van al hospital a dar un abrazo a Fred, al cual cuentan que Nell y Bob se han despedido de la compañía para unirse, entran Nell y Bob y ofrecen su resolución a Fred. El desdichado muchacho, consciente de su inutilidad, no quiere aceptar lo que considera un sacrificio de la mujer amada y de Bob; y decide escaparse de ellos. Pero sor Simplicia, la monjita que cuida de Fred en el hospital, le disuade de su huida; le enseña, con amorosas y cristianas razones, el valor del sacrificio y la mansedumbre de aceptarlo. Nell consigue que Fred acepte, y de ahora en adelante irán los tres: ella, Bob y Fred, en su carro, con sus perritos amaestrados, el cable para los equilibrios, el trapecio, y el amor más puro, por los caminos de las ferias sin separarse nunca.
C. Conde