[Taille de l´homme]. Obra publicada en 1933. Es un libro de consideraciones sociales sugeridas por la búsqueda de un pensamiento metafísico que pueda justificar sus postulados.
En sustancia, el autor verifica que el universo se ha despersonalizado y no es más que un monstruoso amontonamiento de cantidad: para el pagano los dioses tenían una estatura humana, para el cristiano hay una encarnación divina por la que Dios se hace hombre; pero para el hombre moderno las fuerzas de la naturaleza, no personificadas ya en los dioses, ni justificadas por la existencia de Dios, no son otra cosa que fuerzas puramente mecánicas que intenta dominar y dirigir con sólo el poder racional del pensamiento. Ramuz, que es doctrinalmente radical, acusa sobre todo a la sociedad burguesa, descreída y profana, de un ateísmo pasivo; a ésta contrapone la comunista, con su grosera brutalidad, abiertamente atea y materialista, pero de un ateísmo activo que nos ofrece, al menos, la evidencia de un ensayo intentado grandiosamente en un plano terrestre, donde Dios no es sólo olvidado, sino negado.
Los soviets, en efecto, organizándose contra Él, deducen de esta negación un principio emotivo. Para ellos la sociedad sustituye a Dios, y el hombre no es valorado en cuanto persona,, en el plano de la conciencia, sino solamente como individuo, en el plano de la especie organizada en sociedad y soñando en un progreso continuo. Por esto el autor, —sondeando en esa antifé religiosa, que se resuelve en una nueva fe si bien materialista —, descubre enormes errores de valoración humana y groseras contradicciones metafísicas, en cuanto esta sociedad atomizada y mecánica pretende ser estrictamente científica, al aplicar a todos los órdenes de la vida el procedimiento abstracto del cientifismo materialista fin de siglo, hoy superado por la misma ciencia. El materialismo de los soviets, que divinizan la máquina, instrumento de su orgullo, levanta al hombre contra la naturaleza, negando no sólo la cualidad, determinada por los valores del espíritu, sino la personalidad humana.
Para un católico, dice Ramuz, esto sería satanismo. En suma, la gran cuestión es saber si el hombre es algo absoluto o relativo. Solamente entonces podremos hacernos la segunda pregunta: ¿en qué modo el hombre encontrará su propia medida? El libro, aun careciendo del encuadramiento de un desarrollo lógico, procede por intuiciones a veces inspiradas y con una sensibilidad artística que se adentra en la esencia del hecho social, mejor que cualquier especulación. El problema será de nuevo estudiado en otra obra titulada: Necesidad de grandeza [Besoin de grandeur].
V. Lupo
La encarnación de lo espiritual en el arte no ha sido quizás tan total en ningún otro poeta de nuestro tiempo. Haciendo el estudio del escritor, Ramuz hace también el análisis de su alma. Y el universo, el destino, los misterios más profundos se le revelan mientras se ejercita en ver cada vez mejor las cosas que le rodean, las pequeñas cosas terrenales, en reproducirlas sencillamente, en llamarlas por sus nombres. (A. Béguin)