[La parada]. Bajo este título, el narrador y poeta catalán reunió un grupo de siete historias y fantasías heterogéneas: La parada [La espera]; El vals final [El último vals]; D’una olor [De un olor]; La mirada del pobret \La mirada del pobrecito]; El primer Ilustre dyamor [El primer lustro de amor]; La fi del món a Girona [El fin del mundo en Gerona] y El malcontent [El cascarrabias]. De estas siete narraciones la más extensa y la mejor elaborada es la que encabeza el libro (aparecido en 1919) y que le da título: La parada.
La trama es sencillísima: el protagonista de la historia — posiblemente el mismo Ruyra— prepara, a hurtadillas, con Lluís y Xaneta, dos amigos, una gran aventura —grande sobre todo para su joven imaginación—, llena de incentivos y riesgos, tan atrayentes para un adolescente. Se trataba de estar a la espera desde la madrugada con el fin de atrapar pájaros por medio del reclamo y del vesc [liga]. La operación era difícil porque tenía que realizarse a escondidas de la familia. Y entonces Ruyra explica con acierto maravilloso el estado psicológico del protagonista que, en plena noche, debe levantarse, para tenerlo todo dispuesto al alba.
Los ruidos, el temor, los objetos que toman formas monstruosas en la oscuridad, las sombras, hasta su propio aliento, todo parece conjurarse para impedir esta silenciosa fuga de la casa paterna donde todos duermen. Por fin los tres amigos se reúnen y llegan hasta un cerro, donde pasan el tiempo que queda hasta que apunte la aurora, contando leyendas, calentándose junto ai fuego de una hoguera y saboreando el placer, en el fondo algo morboso, que les proporcionará el acecho y luego la captura de las piezas vivas. Pero al nacer el día, divisan a lo lejos la figura de Llambregues, un hombrón del pueblo que acostumbra a apostarse en aquel sitio para capturar pájaros como ellos. Después de unos momentos angustiosos, consiguen ahuyentarle por medio de una ingeniosa e infantil estratagema. Al fin los reclamos rompen el canto y poco a poco van llegando los pájaros, diversos en especies, en trinos, en colores, en formas.
Ruyra aprovecha la descripción del paso de las avecillas para demostrar con sencillez su profundo y vivo conocimiento de la naturaleza y de los seres que la pueblan. Su estilo es natural, sabroso y plenamente enraizado en la válida y rica lengua popular, cuyos diálogos, en el dialecto salat de la Costa Brava, transcribe casi taquigráficamente. A través de la fuerza evocadora del lenguaje directo y sugestivo llega a hacernos compartir las extraordinarias vivencias que aquella noche y madrugada llenaron su espíritu. Al final su sentimentalismo adolescente sufre al comprobar cómo Xaneta da muerte a las hembras capturadas y se reserva los machos porque cantan maravillosamente.
A. Manent