[De institutione foeminae christianae]. Tratado de pedagogía dedicado a Catalina de^ Aragón, esposa de Enrique VIII, por el filósofo y humanista español preceptor de su hija María (futura María Tudor) y lector de la reina; pocos años después, el divorcio de los dos reales cónyuges desmentía las previsiones pedagógicas de Vives, quien, por haberse puesto a favor de la reina, perdió su posición en la corte y la cátedra de Oxford. Publicado en Amberes, en 1524, fue traducido al castellano por Juan Justiniano (Valencia, 1528) e inmediatamente a todas las lenguas europeas. Con Erasmo, Vives es el más entusiasta y convencido propugnador de la educación de las mujeres.
«Por culpa de la falta de instrucción —escribe— las mujeres, en general, se nutren de lujo y de frivolidades; son arrogantes en las épocas de esplendor y se dejan abatir estúpidamente por las adversidades y las desgracias». La obra está dividida en tres libros: el primero, trata de la educación de la niña y es — desde el punto de vista pedagógico — el más importante; el segundo, de los esposos, y el tercero, de las viudas. Las ideas de_ Vives respecto a la educación de las niñas están completamente impregnadas del espíritu católico, hasta el punto de considerar a la niña como a una novicia; sin embargo, es notable el contraste entre el realismo del lenguaje referente al tema sexual, en un libro destinado a una muchacha, y el austero ascetismo místico con el que invita a la mujer al amor a Dios, intimándole el «momentaneum quod delectat, aeternum quod cruciat».
No quiere que, desde los primeros juegos, haya ninguna relación entre chicos y chicas, ni siquiera entre hermanos y hermanas; ni tampoco tolera las danzas, «espectáculo horrendo, que hace pensar en una locura colectiva de las danzarinas»; es extraordinariamente exigente en la elección de las amistades, incluso entre niñas, y quiere que la «grave, pálida, desaliñada y velada de tristeza» sea preferida como amiga a la «bien peinada y hermosa, y graciosa moduladora de suaves cantos». Demuestra buen sentido al querer que el fundamento de toda educación sea la de la mujer de su casa. Para desarrollar las facultades morales de la niña, es necesario que aprenda latín, instrumento indispensable para la cultura, no separando la gramática de los ejercicios prácticos.
El estudio de la historia debe limitarse a la antigüedad; debe dejarse el estudio de las matemáticas y de las ciencias para los hombres, pero quiere que las madres tengan suficientes nociones de higiene y de medicina doméstica y de alimentación racional. La niña tiene que ser educada y alimentada con sencillez y austeridad. Hay que guardarse de deformar su natural belleza con cosméticos de cualquier clase, ya que el «esposo debe amarla a ella y no a sus afeites. Los otros dos libros, dedicados a los casados y a las viudas están también llenos de observaciones y consejos prácticos, tanto más notables cuanto que estaban escritos por un joven de unos treinta años, todavía soltero.
Así, el consejo que da a las madres de retirarse durante el día por espacio de unos breves minutos fuera del torbellino de los quehaceres domésticos, en un rincón alejado, para entrar dentro de su propia alma y renovar el dominio de sí mismas y adquirir nuevas fuerzas nacidas de lo más profundo de su ser, A la Educación de la mujer cristiana pueden compararse otras dos obras entre las muchas de Vives: De la educación liberal de los jóvenes y de las muchachas [De ingenuarum adolescentium ac puellarum institutione, 1545] y De los deberes de un marido [De officio mariti, 1529]. Es interesante en esas obras la constante referencia a un método estrictamente psicológico, que señala el paso de la pedagogía escolástica a la moderna.
G. Pioli