[La dance devant le miroir]. Drama en tres actos de François de Curel (1854-1928), representado por vez primera en París en el año 1914. Significa la expresión definitiva de un motivo poético que el artista, descontento, había ya elaborado dos veces para la escena, en los dramas Sauvé des eaux (1889) y L’amour brode (1893). Es el motivo de la comedia trágica del amor que se desarrolla entre dos almas bastante más sutiles y menos frescas que el Perdicán y la Camila de Musset (v. Con el amor no se juega).
Pablo Bréan, que es pobre, ama a Regina, que es rica, pero no quiere rebajarse a sus ojos con un matrimonio que resolvería felizmente su situación. Regina, que quiere a Pablo y no sabe cómo vencer su orgullo, lo encadena a sí, declarando que tiene necesidad de su nombre y de su protección, para encubrir las consecuencias de una falta. Pablo acepta su papel de salvador, pero no convencido por completo con el cuento de Regina, sufre de celos cuando cree, y de humillación cuando duda. Cada uno de sus dolores repercute como un alivio, cada una de sus alegrías como una desilusión, en el alma de Regina, la cual también vacila, dudando si Pablo accede a sus planes por una heroica devoción o por un cómodo compromiso. En vano se escrutan ambos con las torturas más refinadas para descubrir la verdad, hasta que Pablo, apenas celebradas las bodas, mirándose en los ojos adorados de Regina, se mata, para detener así el breve momento de alegría, antes de que las dudas resurjan. Comediantes ingenuos y avisados, los protagonistas han representado al mismo tiempo un papel falso y otro verdadero, porque en amor, cada uno trata de ser lo que el otro desea, cada uno cree tener delante a su ideal y no ve que sólo tiene el espejo en el que se refleja fielmente la danza de sus deseos.
El extremado refinamiento psicológico, que se hermana muy bien con la lucidez del diálogo, no consigue de todos modos infundir verdadera vida al estéril conflicto, del que se desprende la desconsoladora conclusión. La obra es también muy interesante porque parece anticiparse al teatro sutil y exasperado de ideologías y de sentimientos, que floreció en Francia en el decenio siguiente a la guerra de 1914.
E. C. Valla