Breve tratado ascético del gran escritor español don Francisco de Quevedo y Villegas (1580- 1645), impreso en 1634, y cuyo título completo es: La cuna y la sepultura. Para el conocimiento propio y desengaño de las cosas ajenas. La obra Doctrina moral del conocimiento propio, publicada en 1630, es una primitiva redacción o bosquejo de la misma. Se trata de una exposición de los principios de la filosofía estoica a la luz de la verdad cristiana, con una influencia, declarada por el mismo autor, del Libro de Job. Quevedo somete a una dura crítica, en los cuatro primeros capítulos, a la riqueza, hermosura, amor, ira, sabiduría, etc.
En el quinto eleva su teoría al plano cristiano, siguiendo especialmente el Evangelio y las Epístolas de San Pablo, con reminiscencias erasmianas. Vienen luego tres oraciones («A Dios», «Por los enemigos» y «Al Ángel de la Guarda»). La obra termina con la parte «Doctrina para morir», en forma de diálogo, que contiene una glosa del Padrenuestro. Un sentido a la vez trágico y sereno de la vida y de la muerte domina a lo largo de todo el opúsculo. Aquélla no es más que un morir continuado («Antes empiezas a morir que sepas qué cosa es vida»), un viaje a través del propio yo, en que el cuerpo sirve de navío, hacia el conocimiento de la muerte y de Dios. La muerte es la perfección de la vida, su plenitud («¿Por qué tienes miedo a la última obra de la naturaleza?»). En Quevedo este concepto trágico de la vida se ilumina constantemente con un gran sentido providencialista.
A. Comas
Parece que Epicteto se nos haya vuelto español, que Crisipo claro, que Zenón tratable, que Antípatro breve, que Cleantes vivo, que Séneca cristiano. (Juan Eusebio Nieremberg)