Novela del argentino Julián Martel (1867-1896), seudónimo de José Miró, fechada el 30 de diciembre de 1890, que refleja hechos de ese año. Pero La Bolsa no nos descubre los entretelones políticos de aquella hora y, en cambio, pinta la situación de la Argentina cuando ésta empezaba a transformarse étnicamente al recibir un caudaloso aporte inmigratorio de las más diversas razas, nacionalidades y creencias y de muy heterogéneo fondo moral, y cuando Buenos Aires quería dejar de ser gran aldea para convertirse en ciudad cosmopolita. El subtítulo de «Estudio social», que Martel le agrega, se acomoda ciertamente al contenido de la obra por el valor documental de sus páginas. Da unidad a la novela la vida del doctor Glow, hombre de holgada posición, buen marido, padre de dos hijos de escasa edad. Ejerce con éxito la abogacía, pero se deja tentar por las operaciones bursátiles, afición que a veces intranquiliza a Margarita, su esposa. Siente ésta desconfianza por los que rodean a Glow, aunque no se diseña como mujer capaz de abrirle los ojos a tiempo. Y quienes rodean a Glow — salvo Lillo, honrado corredor de Bolsa y su cauteloso colega Riz — son gente de pésima condición. Glow conoce a toda la escoria social, sin que, por ingenuidad u ofuscación, logre apartarse de ella. Y junto con muchos de estos seres repulsivos, es arrastrado al desastre cuando declinan los valores bursátiles, la mayoría apuntalados ficticiamente en trapisondas de la peor especie. La esposadle propone entonces que traspase todos los bienes a su nombre para burlar a los acreedores, pero Glow rechaza tan indigna maniobra. Es él hombre de honor y quiere pagar cuanto debe. Perdido el rumbo, desesperado, contagiado por el general desconcierto, decide ir al hipódromo y arriesgar la última suerte. Queda arruinado y enfermo. Recluido en su casa, recibe una carta de Lillo, el corredor de Bolsa, también víctima de la crisis financiera. Le anuncia que parte hacia el Brasil para rehacer su vida. Glow enloquece y, en su simbólica alucinación, ve a un monstruo que se le acerca amenazante: es la Bolsa. Fácil advertir, pues, cómo el autor destaca, con intención naturalista, los factores de ambiente social que conforman a los personajes y determinan su actuación ulterior.
Y la lección moralizadora, también de filiación naturalista, se desprende diáfanamente de los hechos narrados. Más que caracteres, Martel dibuja tipos o aboceta caricaturas. Páginas hay de fina composición impresionista, como las del primer capítulo, donde describe la Plaza de Mayo y sus alrededores bajo la lluvia y el viento. Otras, de dramatismo casi teatral. En su vocabulario intercala oportunas expresiones criollas, que logran dar entonación local al relato. El estilo es, por lo común, algo desvaído y periodístico.
J. M. Monner Sans