[Das Nordlicht]. Poema en tres partes del escritor alemán Theodor Dáubler (1876-1928), publicado en el año 1910. Fue compuesto, en parte, en Italia, donde Dáubler, nacido en Trieste, vivió mucho tiempo; la primera redacción fue también iniciada en lengua italiana. Más que como poema épico, podría ser definido, según una expresión que pareció sugerir el propio autor, como poema sinfónico, en cuanto que sólo la variedad de los elementos señala los ritmos de la sucesión, desenvolviendo en todos los tonos un tema que pudiéramos llamar obligado. En su aparente falta de toda sucesión sistemática, a la aurora boreal corresponde el papel de unir sus varias partes, en la función simbólica de la luz interior que puede emanar de la tierra y hasta en cierto modo de cada alma, de la humanidad entera, para redimirla.
Se renueva, pues, una especie de «itinerarium» espiritual de salvación, al cual no es ajena la sugestión del poema dantesco. La primera parte, tras el Prólogo, presenta el comienzo de esta suerte de peregrinación mística que sale de las tierras más luminosas, del «Mediterráneo», y más concretamente de Italia; la segunda parte, titulada «intermedio órfico», transcurre en Grecia; en la tercera parte, titulada genéricamente «Sahara», la caminata prosigue por Egipto, la India, Irán, España, Francia, para terminar en alemania. La luz de la aurora boreal se sostiene por fin sobre la cima del monte Ararat, como promesa de una nueva resurrección del Yo místico. Podría, pues, decirse que se trata de un poema con pretensiones cosmológicas y religiosas, si el acento no estuviera cercano a un lirismo un poco hinchado, si bien lleno de inflexiones felices y de significaciones ocultas. La concepción es grandiosa, pero el desenvolvimiento revela una mano poco diestra: reminiscencias de todo género, desde la Biblia a los cantares de gesta, de la Edad Media al Romanticismo, encuentran su expresión en alguna de las varias subdivisiones de las tres partes de que el poema se compone, y no siempre llegan estas manifestaciones a fundirse idealmente de modo que hagan sentir una íntima continuidad; no es posible dejar de percibir un sentido de dispersión y de divagación continua. La cualidad, que distingue al poema y que explica la resonancia que tuvo cuando se publicó, es la riqueza formal: con un lenguaje y un dominio absoluto de la técnica del verso, Dáubler inunda la obra con riadas de música y de imágenes en medio de las cuales se pueden gustar singulares momentos de un alto y puro lirismo.
R. Paoli